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Sin dinero y desesperado espía
cubano que se infiltró en Hermanos al Rescate
Por Tracey Eaton
Miami, Fl. 3 de octubre del 2012. El teniente coronel Juan Pablo Roque
usaba su Rolex con orgullo, el único orgullo de un doble agente cubano
que una vez trabajó para el FBI. Pero ahora el hombre que una vez fue
uno de los espías más ilustres de la isla, no tiene dinero. Y quiere
vender su preciado reloj y su casa en La Habana.
“Necesito el dinero”, confesó Roque en su entrevista más extensa en más
de 15 años.
Su historia ilustra la vida incierta que espera a los espías cubanos que
quedan al descubierto. Pero también es un recordatorio de las extensas y
exitosas actividades de espionaje de Cuba, incluso ahora, 21 años
después del final de la Guerra Fría.
Roque, ex piloto de combate con una figura digna de Hollywood, nadó
hasta la Basa Naval de Guantánamo en 1992, declarando su oposición a
Fidel Castro.
Se convirtió en piloto de Hermanos al Rescate, un grupo dedicado a
sobrevolar las aguas del Estrecho de la Florida en busca de balseros.
Pero entonces asombró a todos en 1996 al regresar a Cuba un día antes
que un caza MiG de Cuba abatiera a dos avionetas civiles del grupo de
exiliados cubanos.
Ahora con 57 años y viviendo con su novia en un apretado apartamento de
La Habana, Roque dice que lamenta que cuatro personas murieran en el
incidente del 24 de febrero de 1996.
“Si pudiera viajar en una máquina del tiempo”, dijo, “sacaría a esos
muchachos de los aviones en que fueron derribados”.
Los cuatro fallecidos fueron Carlos Costa, Mario de la Peña, Pablo
Morales y Armando Alejandre Jr.
Maggie Khuly, hermana de Alejandre, dijo que nunca se ha hecho justicia.
“Hablando a nombre de las familias, mi familia en particular, estamos
esperando el día en que Roque se enfrente a un tribunal de Estados
Unidos por su encausamiento pendiente”, declaró Khuly, quien vive en
Miami y es arquitecta.
Espía por espías
El derribo de las avionetas llevó las relaciones entre Cuba y Estados
Unidos a un nuevo nivel mínimo y provocó que el entonces presidente Bill
Clinton firmara la Ley Helms-Burton, que arreció las sanciones
económicas contra Cuba.
Desde entonces, las relaciones entre Estados Unidos y Cuba siguen
profundamente frías. El presidente Barack Obama alivió algunas
restricciones de viaje a la isla tras asumir el cargo, pero ha hecho
poco por aliviar la tensión. De hecho, funcionarios estadounidenses han
trabajado regularmente para subvertir al régimen, gastando más de $200
millones en programas para promover la democracia en Cuba desde 1996.
Espías cubanos en Miami y La Habana observan estos esfuerzos
cuidadosamente y algunas veces los frustran.
En el 2009, las autoridades cubanas arrestaron a Alan Gross, un
subcontratista de Maryland que trabajaba para la Agencia para el
Desarrollo Internacional de Estados Unidos y que fue arrestado mientras
llevaba equipos sofisticados de comunicaciones por satélite a la isla.
Las autoridades cubanas lo condenaron a 15 años de prisión en el 2011.
Por su parte, las autoridades cubanas dicen que están dispuestas a
canjear a Gross por agentes cubanos arrestados en la Florida después que
el FBI desarticuló la Red Avispa de espionaje en septiembre de 1998.
Cuatro de esos agentes siguen en prisiones estadounidenses. Un cuarto
pasó 13 años en prisión y ahora está en libertad, pero no puede regresar
a Cuba hasta que cumpla tres anos de libertad condicional en Estados
Unidos.
Los agentes son conocidos como los Cinco. Durante 14 años han estado en
el centro de una masiva campaña de propaganda de Cuba, que los
consideran héroes que defendían su patria. Sus nombres son muy conocidos
en la isla y hay imágenes de ellos en vallas publicitarias y edificios.
Las actividades de espionaje de Roque fueron tan significativas como
cualquiera de los Cinco Cubanos, pero regresó a la isla a una vida en
las sombras.
Sin embargo, las autoridades estadounidenses no lo han olvidado y
algunos exiliados cubanos exigen que el gobierno de La Habana lo
devuelva para que enfrente cargos.
Un encausamiento federal acusó a Roque en 1999 de no inscribirse como
agente extranjero y de confabularse para estafar a Estados Unidos.
A preguntársele sobre los cargos, Roque suspira. Afirmó que el gobierno
cubano tenía derecho a defender su espacio aéreo, pero que él no debe
ser considerado responsable de las muertes.
“Yo no tengo la culpa. Yo no hice nada indebido. Yo no ordené que
mataran a nadie”, declaró. “La decisión de derribar los aviones fue una
decisión del gobierno soberano de Cuba. La decisión de derribar las
avionetas fue tomada por sus constantes incursiones aéreas, violaciones
del espacio aéreo”.
Pero algunos críticos cuestionan su sinceridad.
“Si Roque está tan convencido de su inocencia, entonces que se entregue,
se someta a juicio y limpie su nombre”, afirmó Thomas Van Hare, coautor
de Betrayal ( Traición), un libro del 2009 sobre el derribo de las
avionetas.
“Es un parásito”, agregó el otro autor del libro, Matt Lawrence.
José Basulto, líder de Hermanos al Rescate, comentó que es difícil saber
si Roque sabía de antemano del derribo, pero que Roque “fue clave” en el
incidente y que “no hay nada que perdonar sobre eso”. Sencillamente es
culpable.
No hay duda de que Roque es una de las figuras más odiadas en el sur de
a Florida después de los hermanos Castro. Es el espía que se escapó. Y
después de un video casero que salió a relucir en YouTube en el 2011,
donde se le ve cantando, bebiendo alcohol y saludando a su madre en
España, los exiliados cubanos lo criticaron duramente.
“El hijo de perra reaparece”, proclamaba el video.
“La cucaracha es el principal culpable de la muerte de cuatro valientes
de Hermanos al Rescate”, expresó un comentario. “Si le pongo la mano
encima lo torturo”.
“Es un hombre bien parecido”, expresaba otro comentario. “Pero es una
pena que sea el ser humano que es”.
Aislado en Cuba
“El doble cubano de Richard Gere”, como han llamado a Roque, aprendió a
volar cazas MiG en la antigua Unión Soviética.
Pronto se convirtió en el favorito de la comunidad exiliada de Miami. La
Fundación Nacional Cubano Americana incluso financió sus memorias, The
Deserter ( El Desertor), en que cataloga a funcionarios cubanos de
“gordos comunistas” y “bebedores de cerveza”.
En las fotos del libro se le ve junto a legisladores anticastristas como
el senador demócrata Robert Menéndez, de Nueva Jersey, y la
representante republicana Ileana Ros-Lehtinen, de la Florida.
Roque recuerda esos días con una mezcla de nostalgia y arrepentimiento.
Confesó que ahora está solo en Cuba y que extraña a sus familiares en
Estados Unidos.
“Allí tengo a mis tres hermanos, mis tíos y mis primos. Tuve una
relación magnífica con ellos mientras estuve allí”.
Alejandro Roque, de 48 años, dice que no ha tenido contacto con su
hermano mayor desde 1996. Y agrega que incluso entonces no concordaba
con las ideas de su hermano.
“La situación mundial es compleja y con frecuencia los ideólogos no
distinguen entre los gobiernos y los pueblos… los bandidos y las
víctimas”, indicó Alejandro Roque.
Al preguntársele si tenía algo de qué arrepentirse, Juan Pablo Roque
dijo que quisiera haber hecho más por impedir el derribo de las
avionetas.
“Quizás ahora… yo trataría de tener un papel mucho más fuerte en las
cosas que sucedieron”, comentó. “Trataría de jugar un mejor papel. Si mi
papel fue bueno o malo, hay que dejar que la gente decida. Que los que
me quieran juzgar me juzguen”.
Roque sigue convencido de que Cuba tenía el derecho a defenderse de las
organizaciones exiliadas en la Florida. Un salvadoreño, que dijo que
exiliados cubanos le pagaron para colocar bombas en Cuba, cumple una
condena de 30 años por un atentado en el que murió un turista italiano
en La Habana en 1997. Roque opina que los exiliados estaban decididos a
provocar en Cuba un caos que justificara una intervención militar de
Estados Unidos.
“Todavía hay grupos que quieren una confrontación, que quieren sangre.
Quieren tres, cuatro, cinco días para matar”, declaró Roque.
Antiguos miembros de Hermanos al Rescate reconocen que ocasionalmente
dejaban caer panfletos políticos sobre La Habana, pero dijeron que su
principal misión era humanitaria. A principios de los años 1990
realizaron cientos de misiones sobre el Estrecho de la Florida y
detectaron a más de 17,000 balseros cubanos, ayudando así a salvar vidas.
Alegan que Roque mintió sobre el grupo al FBI, presentándolo como un
grupo extremista interesado en realizar actividades de sabotajes en la
isla.
“No conozco a nadie, a ninguno que volara en las misiones de Hermanos al
Rescate, que tuviera en su alma otra razón que no fuera salvar vidas”,
dijo Matt Lawrence, el autor del libro. “El señor Roque y el resto son
espías, y mienten como espías que son”.
Roque quiere que Estados Unidos y Cuba cesen las hostilidades y
normalicen las relaciones. Sueña con ver a pilotos de combate de Estados
Unidos, Cuba, Vietnam y Rusia reunirse para compartir ideas.
“Espero que ese momento llegue y que podamos sentarnos a una mesa a
fumarnos la pipa de la paz”, aseguró. “Bueno, yo no fumo, pero la tendré
en la mano. Con placer, con mucho placer lo haré”.
Sin dinero y desesperado
Ana Margarita Martínez no cree una palabra, y no podría ser de otra
manera. Como parte de su elaborado disfraz, Roque se casó con ella en
1995, sólo para abandonarla con sus dos hijos menos de un año después.
“Si usted busca la definición de un sociópata, lo describe muy bien”,
declaró Martínez. “El pensó que iba a ser alguien en Cuba, y no es nadie.
Probó la libertad en Estados Unidos y ahora no tiene ninguna. Ni
siquiera puede decir que siente un temor real de repercusiones. Le
vendió su alma al diablo y ahora está pagando un alto precio. Le tengo
pena”.
Pero Van Hare, quien es uno de los autores del libro sobre Roque, no
comparte esa pena. “Un agente de inteligencia que queda al descubierto y
se le identifica públicamente, esencialmente se queda sin trabajo. No lo
siento por él. Escogió su camino en la vida y no hay duda de que conocía
absolutamente cómo se “retiran” los agentes de inteligencia en Cuba y lo
poco que reciben como resultado”.
Roque reconoce que ajustarse a la vida en Cuba desde su retiro forzado a
los 40 años ha sido “muy, muy brutal”. Considera el tiempo que pasó en
la Florida sus “mejores cuatro años como profesional. Y de repente, como
dicen los pilotos, todos los motores de apagaron”.
“Me hubiera gustado continuar volando. Me hubiera gustado tener un
trabajo vinculado con lo que he aprendido. Pero bueno, no fue así”.
Hubiera podido ser peor. Roque hubiese podido terminar en prisión en
Estados Unidos.
“Pensé en eso varias veces”, dijo. “Lo único que me salvó
espiritualmente fue no estaba haciendo nada malo”.
Le sorprendió el nivel de agresividad con que las autoridades
estadounidenses persiguieron a otros miembros de la Red Avispa.
“Pensé que los iban a soltar rápidamente, que los iban a subir a un
avión hacia Cuba”.
El líder de la red, Gerardo Hernández, fue condenado a dos cadenas
perpetuas. Eso fue “groseramente injusto”, subrayó Roque, porque
Hernández ni siquiera se acercó a ninguna de las organizaciones del
exilio. “Gerardo no estaba absolutamente en nada. No participó en nada,
en nada”.
Roque está libre, pero no enteramente contento. Dijo que echa de menos
el estilo de vida de Estados Unidos: “la disciplina, el amor al trabajo”.
“Yo hice muchos trabajos. Asfalté calles, trabajé con afroamericanos. Yo
les caía muy bien. Cada vez que me preguntaban de dónde era, les decía
que era cubano. Entonces me preguntaba si eso estaba cerca de Alaska.
Pero sentí mucha solidaridad con ellos.
“Asfaltamos calles a las 10 de la noche. Trabajamos toda la noche. Era
un trabajo muy duro”.
Las cuadrillas de trabajo no son tan disciplinadas en Cuba, donde los
obreros colocan el asfalto “a las 10 de la mañana, al mediodía. Un
camión lo aplasta, y otro más. El trabajo es muy chapucero”.
Roque dio que trabajó duro en Estados Unidos, pero “uno ve los
resultados y eso me gustó mucho”.
Desempleado ahora, Roque consideró que lee lo más que puede sobre
ciencia, aviación y el cosmos. Hace ejercicios con regularidad y
prefiere el levantamiento de pesas y las barras paralelas, un régimen
que aprendió en la Unión Soviética.
Dio que si tuviera que irse nadando otra vez a la Base Naval de
Guantánamo —unos 6 kilómetros, o 3.7 millas— no lo dudaría.
“No exagero si le digo que puedo hacerlo ahora sin ningún problema. Me
encanta nadar”.
Roque declinó revelar el precio de la casa de dos pisos y tres
habitaciones que está vendiendo. La casa era de sus padres y tiene un
jardín trasero lleno de plantas tropicales y frutales.
El Rolex del antiguo espía es un GMT Master II, un modelo diseñado para
pilotos con ayuda de Pan Am Airways en los años 1950.
“Lo tenía puesto todo el tiempo”, afirmó su ex esposa en Miami. “Nunca
entendí cómo pudo comprarse un Rolex. Después me di cuenta que lo compró
con el dinero que el FBI le pagó como informante”.
Un GMT Master II usado se vende en $4,500 y más en eBay, pero Roque
espera que le den más en una subasta.
“Creo que algún coleccionista americano estaría interesado en comprarlo.
Alguien a quien le guste James Bond”.
El Florida Center for Investigative Reporting es una organización sin
fines de lucro apoyada por contribuciones de fundaciones e individuos.
Para más información, visite fcir.org.
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