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Padre José Conrado solicita
cambios al gobierno de Raúl Castro
Miami, Fl. 06 de febrero del 2009. Una influyente personalidad de la
Iglesia Católica cubana exhortó al gobernante Raúl Castro a emprender
“un camino diferente” y realizar los cambios profundos que necesita el
país para superar la desesperanza creciente en la población.
En una carta abierta al actual mandatario cubano, el padre José Conrado
Rodríguez, párroco de la Iglesia de Santa Teresita del niño Jesús en
Santiago de Cuba, dijo que se sintió obligado a escribirle ante la
gravedad de la situación que se vive en la isla.
“Las dificultades de cada día se tornan tan aplastantes que nos
mantienen sumidos en la tristeza y la desesperanza. La inseguridad y el
sentimiento generalizado de indefensión provocan la amoralidad, la
hipocresía y la doble cara.”, escribió José Conrado. “Estamos en un
momento tan crítico que debemos plantearnos una profunda revisión de
nuestros criterios y de nuestras prácticas, de nuestras aspiraciones y
de nuestos objetivos”.
La carta, que fue divulgada el jueves dentro de Cuba, (no en los organos
oficiales del gobierno) había sido entregada desde el pasado diciembre
en la redacción del diario oficial Granma, en La Habana. Sin haber
recibido respuesta hasta ahora, el sacerdote realizó una gestión
posterior para que el documento llegara esta semana hasta las oficinas
de Raúl Castro en el Consejo de Estado.
“Escribí esta carta pensando en la situación de Cuba, en la enorme
frustración del pueblo cubano, que es algo que todo el mundo siente pero
que no todo el mundo expresa”, dijo el sacerdote este viernes en
entrevista telefónica con El Nuevo Herald. “Es un nuevo intento de
diálogo con carácter positivo”.
Agregó que todo el mundo espera “cambios que pudieran devolverle a la
gente la esperanza, que hoy está un poco flaca”.
“La situación de deseperanza y frustración hace pensar a casi todo el
mundo en irse de Cuba, pero esa no es la solución”, enfatizó. “La
solución es arreglarnos dentro”.
Consideró que la gente está atormentada por los diversos controles
impuestos en el país.
“La gente vive resolviendo el día a día, resolviéndose entre unos y
otros para poder comer, y se siente muy desguarnecida”, manifestó.
“Muchos no quisieran irse de Cuba, pero están asfixiados y sienten que
no les queda otro remedio para poder agenciarse una vida normal... Es un
signo de estos tiempos”.
No es la primera vez que José Conrado, conocido por sus posiciones
críticas hacia el régimen cubano, se dirige a las altas esferas del
poder en la isla. En septiembre de 1994, desde la parroquia de Palma
Soriano, hizo pública una carta similar dirigida a Fidel Castro en la
que criticaba “la ausencia de espacios de libertad”y recomendaba “un
referendo libre y democrático para escuvhar la voz de todo el pueblo”.
En pleno apogeo del denominado “período especial”, la carta a Fidel
Castro desató múltiples represalias y el sacerdote salió temporalmente
del país para completar estudios de postgrado en Salamanca, España.
“En aquella oportunidad estaba consciente de que iba a haber represalias
y las asumí desde la fe”, recordó. “No sé si las habrá ahora, pero si
uno se pone a pensar en los escollos, no se hace camino... Actué de
acuerdo a mi conciencia”.
José Conrado dice que en su misión espiritual ve todos los días “un
pueblo delante de mí en una situación muy difícil” y esta carta no es
más que “mi grano de arena para tratar de hallar un camino entre todos,
poruqe la resposabilidad es de todos los cubanos”.
“A nadie se le ocurre que si hay un fuego, la gente no grite”, expresó
el sacerdote, de 57 años. “Si hay un fuego hay que advertirlo, y esta es
nuestra advertencia, con la mayor voluntad de ayudar y servir”.
La carta de José Conrado sale a la luz en momentos en que las relaciones
de la Iglesia Católica y el gobierno cubano atraviesan por una mejoría
ostensible. El régimen ha permitido que las autoridades eclesiásticas
accedan a los medios de comunicación en ocasión de celebraciones
religiosas y ha favorecido una presencia más activa de los
representantes de Caritas para llevar ayuda humanitaria a los
damnificados por los ciclones que devastaron la isla el pasado año.
“Ha habido progresos, estoy contento y los apoyo”, dijo el sacerdote.
“Cualquier acercamiento entre cubanos es positivo y la Iglesia debe
mantener su camino de reencuentro con todos los cubanos”.
En su apelación “de cubano a cubano, de corazón a corazón”, el sacerdote
repasa en su carta los temas álgidos de la actualidad nacional, desde
los desenfrenados esfuerzos de la juventud cubana por marcharse al
extranjero hasta la situación de los presos políticos y carencia de
libertades ciudadanas en la isla.
“Tenemos que tener la enorme valentía de reconocer que en nuestra patria
hay una violación constante y no justificable de los derechos humanos,
que se expresa en la existencia de decenas de presos de conciencia y en
el maltrecho ejercicio de las más elementales libertades: de expresión,
información, prensa y opinión, y serias limitaciones a la libertad
religiosa y política”, señala la misiva. “El no reconocer estas
realidades, para nada favorece nuestra vida nacional, y nos hace perder
el respeto por nosotros mismos, a nuestros ojos y a los ojos de los
demás, amigos o enemigos”.
José Conrado también se cuestiona el hecho de que el país haya vivido
estos años “culpando de nuestra realidad al enemigo, o incluso a los
amigos”.
“La caída del bloque de países comunistas de Europa del Este, junto con
el embargo comercial de los Estados Unidos se han convertido en el totí
que carga con nuestras culpas”, señalla el texto. “Y esa es una cómoda
pero engañosa salida ante el problema”.
En diciembre del 2007, la parroquia de José Conrado fue objeto de un
violento operativo de la Seguridad del Estado cuando una manifestación
pacífica se dirigió al lugar para pedir la liberación de presos
políticos. Fuerzas represivas invadieron el salón parroquial en un
incidente que el sacerdote calificó de “pachanga terrorista”.
Tras las protestas populares y eclesiásticas, las autoridades
gubernamentales enviaron una inusual disculpa a la Arquidiócesis de
Santiago de Cuba.
José Conrado viajó a Estados Unidos a comienzos del pasado año, donde
ofició misas para los creyentes cubanos de la diáspora y participó en
Miami en un seminario académico dedicado al tema de la reconciliación
nacional.
A continuación la carta:
Jueves 5 de enero de 2009.
Carta abierta al General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de
la República de Cuba.
Estimado Señor Presidente:
Hace quince años me atreví a escribirle al entonces jefe del Estado
cubano, Doctor Fidel Castro Ruz, por aquel entonces Presidente de
nuestro país. La gravedad de aquella hora me lo impuso como un deber
para el bien de la Patria. La gravedad de esta hora me impone escribirle
a Ud. para hacerle partícipe de mis preocupaciones actuales. ¿Debo acaso
describirle la situación de nuestro país? La crisis económica afecta a
todos los hogares y hace que las personas vivan angustiosamente
preguntándose: ¿qué voy a comer o con qué me voy a vestir? ¿Cómo
conseguiré lo más elemental para los míos? Las dificultades de cada día
se tornan tan aplastantes que nos mantienen sumidos en la tristeza y la
desesperanza. La inseguridad y el sentimiento generalizado de
indefensión provocan la amoralidad, la hipocresía y la doble cara. Vale
todo porque nada vale, más que la sobrevivencia a todo precio, que luego
descubrimos que es “a cualquier precio”. De ahí que el sueño de los
cubanos, en especial de los más jóvenes, sea abandonar el país.
Parecería que nuestra patria está ante un callejón sin salida. Como
hombre de fe, sin embargo, yo creo que Dios jamás nos pone ante
situaciones absolutamente desesperadas. Creo firmemente que nuestro
camino como nación y como pueblo, no acaba en un precipicio ineluctable,
en una realidad de desgracia irreversible. Siempre hay una solución,
pero se necesita audacia para buscarla y encontrarla. En sus recientes y
urgidos llamamientos a trabajar con tesón incansable creo reconocer una
peculiar y certera percepción de la gravedad del momento, pero también,
que Ud. considera que la solución depende de nosotros. Pero como decía
aquel slogan convertido en chiste… “No basta decir pa’lante, hay que
saber pa’ dónde”.
Hemos vivido culpando de nuestra realidad al enemigo, o incluso a los
amigos: la caída del bloque de países comunistas en Europa del Este,
junto con el embargo comercial de los Estados Unidos se han convertido
en el totí que carga con todas nuestras culpas. Y esa es una cómoda pero
engañosa salida ante el problema. Como decía Miguel de Unamuno, “solemos
entretenernos en contarle los pelos que la esfinge tiene en su cola,
porque nos da miedo mirarla a los ojos”.
No basta, General, con resolver los problemas, ciertamente graves y
urgentes, de la comida, o del techo, que en los recientes huracanes,
tantos compatriotas acaban de perder “con sus pobres enseres: miedos,
penas”. Estamos en un momento tan crítico que debemos plantearnos una
profunda revisión de nuestros criterios y de nuestras prácticas, de
nuestras aspiraciones y de nuestros objetivos. Y aquí cabría, con todo
respeto, recordar aquellas palabras que nuestro Apóstol nacional José
Martí le escribió al Generalísimo Gómez en una situación en cierto modo
semejante: “No se funda un pueblo, general, como se manda un campamento”.
El mundo está cambiando. La reciente elección de un ciudadano negro para
ocupar la primera magistratura de un país antiguamente reconocido como
racista y violador de los derechos civiles de los negros, nos dice que
algo está cambiando en este mundo. La encomiable y fraternal
preocupación de nuestros hermanos del exilio ante los fenómenos
meteorológicos que recientemente han golpeado a nuestro pueblo, y su
ayuda generosa, desinteresada e inmediata, son el signo de que algo está
cambiando entre nosotros. El gobierno cubano que Ud. hoy encabeza, debe
tener la audacia de encarar esos cambios con nuevos criterios y nuevas
actitudes.
Nuestro país ha reaccionado con valor cuando un gobierno foráneo ha
querido inmiscuirse en nuestros problemas nacionales. Sin embargo,
cuando se trata de la violación de los Derechos Humanos, no solo los
gobiernos, sino hasta las personas individuales, los simples ciudadanos,
de dentro o fuera del país, tienen algo que decir. En su Carta desde la
Cárcel de Birminghan, Martin Luther King dijo: “La injusticia particular
es una amenaza a la justicia universal. Estamos atrapados en una red
ineludible de reciprocidad, unidos en un único tejido del destino. Lo
que afecta a uno directamente, afecta a todos indirectamente”. Tenemos
que tener la enorme valentía de reconocer que en nuestra patria hay una
violación constante y no justificable de los Derechos Humanos, que se
expresa en la existencia de decenas de presos de conciencia y en el
maltrecho ejercicio de las más elementales libertades: de expresión,
información, prensa y opinión, y serias limitaciones a la libertad
religiosa y política. El no reconocer estas realidades, para nada
favorece nuestra vida nacional, y nos hace perder el respeto por
nosotros mismos, a nuestros ojos y a los ojos de los demás, amigos o
enemigos.
La causa de la paz, interna y externa, y la prosperidad misma de la
nación, se enraízan en el respeto incondicional a esos derechos que
expresan la suprema dignidad del ser humano como hijo de Dios. Y guardar
silencio sobre esta realidad, pone sobre mi conciencia un peso tal, que
no me siento capaz de soportar. Y ésta es para mí, mi manera de servir a
la verdad y de ser consecuente con el amor que siento por mi pueblo.
Le confieso, general, el disgusto y la tristeza que me ha causado saber
que nuestro gobierno ha rechazado, al parecer por razones ideológicas o
de diferencias políticas, la ayuda que querían enviar EEUU y varias
naciones europeas, para los damnificados por los ciclones que azotaron
nuestra tierra. Cuando uno cae en desgracia, (y eso le puede suceder a
cualquiera, también a los poderosos), es la hora de aceptar la ayuda que
se brinda, porque esa ayuda revela un fondo de buena voluntad ante el
dolor, de solidaridad humana, incluso en aquellos que considerábamos
nuestros enemigos. Darle la oportunidad al oponente de ser bueno y de
hacer lo justo, puede sacar a flote lo mejor de nosotros mismos, y del
otro, haciéndonos cambiar viejas actitudes y curar resentimientos
dañinos. Nada contribuye más a la paz y la reconciliación entre los
pueblos que este saber dar y recibir. La frase de San Francisco de
Sales, válida en las relaciones interpersonales, también lo es entre
países: “más moscas se cazan con una gota de miel, que con un barril de
vinagre”. Como dijo su Santidad Juan Pablo II en su visita a nuestro
país: “que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”. Pero si
seguimos con las puertas cerradas nadie podrá entrar, por más que lo
desee. Un signo de esperanza para mí es la participación y mayor espacio
que se le ha dado a CARITAS para ayudar a nuestro pueblo. Eso merece un
especial reconocimiento y es un cambio positivo y esperanzador.
Créame, Señor Presidente, no le escribo para presentarle una lista de
quejas y agravios sobre nuestra realidad nacional, aunque si así lo
hiciera esa lista podría ser muy, muy larga. La verdad, he querido
hablarle de cubano a cubano, de corazón a corazón. Un gran amigo mío
sacerdote, ya fallecido, solía decirme: “un hombre vale lo que vale su
corazón”. En el entierro de su esposa, al verlo a Ud. rodeado de sus
hijos y nietos, conmovido hasta las lágrimas, yo percibí que es Ud., un
hombre sensible. Y yo pienso que mayor sabiduría hay en el corazón de un
hombre bueno que en todos los libros y bibliotecas de este mundo, pues
como dice la canción: “lo que puede el sentimiento no lo ha podido el
saber, ni el más alto proceder, ni el más ancho pensamiento…”. Por eso
apelo a su sentido de responsabilidad, a su bondad, para decirle que no
tenga miedo, que sea audaz en emprender un nuevo camino diferente en un
mundo que está dando tantas señales de cambiar a mejor. Como le dije a
su hermano hace 15 años, todos los cubanos somos responsables del futuro
de la patria, pero por el cargo que Ud. ocupa, por el poder que ahora
tiene, esa responsabilidad recae de manera especial en Ud.
Si Ud. decide emprender ese camino de esperanza, cuente conmigo,
general. Me tendrá en primera fila, para ofrecerle a Cuba, una vez más,
lo único que tengo: mi corazón; y a Ud. mi mano franca y mi colaboración
desinteresada. Así haremos realidad el sueño martiano de hacer una
patria “con todos y para el bien de todos”.
Quiero terminar con unas palabras que dijo nuestro actual Papa,
Benedicto XVI en 1968: “Aún por encima del Papa como expresión de lo
vinculante de la autoridad eclesiástica, se haya la propia conciencia, a
la que hay que obedecer la primera, si fuera necesario incluso en contra
de lo que diga la autoridad eclesiástica”. Si eso vale para la autoridad
eclesiástica cuyo origen considero divino, vale para toda otra autoridad
humana, por poderosa que ésta pueda ser.
Con mis mejores votos,
José Conrado Rodríguez Alegre, Pbro.
Párroco de Santa Teresita del Niño Jesús
Santiago de Cuba
Fuente: © 2009 El Nuevo Herald
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