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Autores de “El lobby israelí” ven a Hillary más propensa a atacar Irán que Bush

Madrid.(EFE) 11 de noviembre, 2007. Una Casa Blanca dirigida por Hillary Clinton sería más propensa a emprender una acción militar contra Irán que la administración actual de George W. Bush, que dejará la presidencia sin aprobar el uso de la fuerza contra Teherán pese a los esfuerzos del lobby israelí de EEUU para convencerle.

Así lo manifestaron hoy en Madrid los profesores estadounidenses John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt, autores de “El lobby israelí y la política exterior de EEUU”, un libro que cuestiona el apoyo incondicional que Washington presta a Israel y que ha suscitado gran controversia y un incipiente debate público en Estados Unidos.

El libro, publicado en castellano por Taurus, aborda un tema casi tabú en EEUU, donde las críticas a la alianza con Israel reciben a menudo el calificativo de “antisemitismo” en los principales medios de prensa, en los que, a juicio de Mearsheimer y Walt, existe también una desproporcionada influencia del lobby israelí.

En una entrevista con Efe, los autores explicaron que este grupo de presión es una coalición flexible de individuos y organizaciones que trabajan para moldear la política exterior de Washington para favorecer a Israel y argumentaron que, hasta ahora, el resultados no ha sido beneficiosos ni para EEUU, ni para el Estado hebreo.

El lobby israelí tuvo un peso definitivo en la invasión de Irak y “ha estado animando a EEUU a considerar seriamente el uso de la fuerza contra Irán”, según Mearsheimer, quien descartó que esa eventual intervención militar estadounidense vaya a producirse en los 14 meses que le restan a Bush al frente de la Casa Blanca. “Creo que tiene muchos problemas en Irak, en Pakistán y en Turquía, o con la caída del dólar y la conferencia de paz de Annapolis (...). Además, los militares estadounidenses no están a favor de usar la fuerza contra Irán”, explicó Mearsheimer, catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Chicago. Si se produce algún cambio será a partir de 2009, con un nuevo presidente y especialmente si resulta elegida la demócrata Hillary Clinton, en quien los autores del libro encuentran a la candidata más inclinada a comulgar con las tesis del lobby israelí.

“Alguna vez hemos sugerido que Hillary Clinton sería más propensa a atacar Irán que el presidente Bush”, dijo Walt, catedrático de Asuntos Internacionales en la Universidad de Harvard, convencido de que, en cualquier caso, gane quien gane las elecciones “no habrá cambios significativos” en el trato “de privilegio” a Israel. “Cualquiera que sea elegido beneficiará a los israelíes sobre los palestinos y no propiciará un acercamiento”, según Walt.

“Mientras los grupos del lobby sigan siendo tan influyentes no tendrá importancia quien sea presidente. Todos están de acuerdo en que EEUU tiene que dar grandes cantidades de ayuda a Israel de forma casi incondicional y todos ya han dejado claro que no van a hacer nada por cambiar esta relación especial”, corroboró Mearsheimer.

Desde la creación del Estado de Israel en 1948, la cifra de la asistencia económica y militar directa de EEUU asciende a 154.000 millones de dólares (en dólares de 2005), el grueso de la cual comprende más ayudas directas que préstamos, según los autores.
Esta es la prueba principal de que la influencia del lobby israelí es mucho más decisiva que la de otros grupos de presión, como el lobby petrolero o el lobby armamentístico, a la hora de confeccionar la política de Washington en Oriente Medio.

“Mucha gente cree que la política estadounidense en la región está influida por el lobby del petróleo y por los Estados productores de petróleo, y que la guerra de Irak tuvo que ver con el petróleo, pero difícilmente se encontrarán evidencias de que fueron ellos quienes empujaron a EEUU a la guerra”, afirmó Walt.

Sin embargo, añadió, “sí hay evidencias de que el lobby israelí ayudó a empujar a EEUU a la guerra con Irak”, en un proceso que, según Mearsheimer, se remonta a finales de la década de los 90, “cuando los neo-conservadores concibieron la idea de invadir Irak”.

Los llamados “neocons” -gente como el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld o su número 2 en el Pentágono Paul Wolfowitz- “son una parte clave del lobby israelí”, explicó Mearsheimer, quien señaló que no fue hasta los atentados del 11 de septiembre de 2001 cuando este grupo pudo convencer a Bush de derrocar a Sadam Husein.

Lo hicieron “creando una imagen de la amenaza iraquí que se parecía muy poco a la realidad y distorsionando la amenaza. Cualquier posible indicación de que Irak podría no tener armas de destrucción masiva fue minimizado y descartado”, dijo Walt.
Y la evidencia histórica, concluyó Mearsheimer, es que “se equivocaron, porque ha sido un desastre para Estados Unidos, no ha sido bueno para Israel y tampoco para el resto de la región”.

Fuente: Diario Las Américas, 11 de noviembre de 2007.


Noticia relacionada:

Rey saudita llama a no usar petróleo como arma política

Riad (AFP). 19 de noviembre, 2007. La OPEP cierra una inusual cumbre en Riad con un llamado a no utilizar el petróleo como arma política cuando Estados Unidos incrementa la presión sobre Irán por su polémico programa nuclear y unida a la hora de mantener los precios altos.

Los jefes de Estado de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se reunirán este domingo por segunda vez para discutir a puertas cerradas la declaración final de la cumbre, que promete garantizar la estabilidad del mercado petrolero a largo plazo.

Al inaugurar la cumbre en un monumental palacio de la capital saudita, el rey Abdalá bin Abdelaziz, anfitrión del encuentro, aseguró que “el petróleo es una energía para la construcción y no un instrumento de conflicto”.

Irán ha amenazado a Estados Unidos con cortar el suministro petrolero si es atacado.

El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, un feroz opositor de Estados Unidos, señaló el sábado que el petróleo está en el origen de la invasión estadounidense de Irak en 2003 y de las amenazas estadounidenses contra Irán por su polémico programa nuclear.
“Si Estados Unidos comete la locura de invadir Irán o de agredir nuevamente a Venezuela, el precio del petróleo a lo mejor no llega a 100 dólares, llega a 200 dólares”, advirtió Chávez en su calidad de anfitrión de la anterior cumbre de Caracas, en el año 2000.

Si esto sucede “el precio podría subir a 150, 200, 250 dólares, pero eso no sería lo más grave, lo gravísimo sería atacar un país soberano porque no se está de acuerdo con sus políticas”, aseveró el domingo el presidente de Ecuador, Rafael Correa, en una conferencia de prensa.

Los países árabes de la OPEP más Egipto y Siria utilizaron su petróleo como arma política en 1973, cuando durante la guerra de Yom Kippur suspendieron sus exportaciones a los países que apoyaron a Israel en su conflicto con Damasco y El Cairo.
Chávez sostuvo luego que un barril a 100 dólares es “justo”.

El rey de Arabia Saudita, un aliado fuerte de Estados Unidos y el miembro más moderado de la OPEP, pareció también justificar los precios elevados del crudo.

“La OPEP siempre ha actuado de manera moderada y sabia (...) y la mejor prueba de eso es que el precio actual del crudo, si tenemos en cuenta el nivel de inflación, no llega aún a los niveles de comienzos de los años 80”, dijo Abdalá bin Abdelaziz.
El barril ajustado a la inflación a inicios de los años 80 superó los 101 dólares.

Irán, considerado junto a Venezuela un “halcón” en cuanto a precios en la OPEP, apoyó a Venezuela y se congratuló de los comentarios del monarca saudita.

“El rey Abdalá dijo lo mismo: incluso 100 dólares es menos de lo que debe ser” el precio del petróleo, dijo el sábado a la prensa el presidente iraní, Mahmud Ahamedinejad.

Correa, cuya presencia en Riad marcó el regreso de Ecuador a la OPEP, de la que había salido en 1992, también se mostró de acuerdo. “El precio es aún menor en términos reales que el de inicios de los 80 (...) Los países productores deben tener una adecuada compensación”, afirmó.

El barril de crudo ha subido un 50% en lo que va del año y se cotiza en torno a los 95 dólares, no lejos de su récord nominal de 98,60 dólares.

El comentario del monarca saudita, cuyo país es el primer exportador de petróleo y líder de facto de la OPEP, puede marcar un cambio de rumbo, ya que hasta ahora Riad parecía satisfecho con un barril a 70 dólares.

El cartel se muestra reticente actualmente a abrir sus grifos porque cree que el mercado está bien abastecido y la escalada de los precios se debe a la especulación, al dólar débil y a tensiones geopolíticas. Pero está también preocupado por la posibilidad de que los elevados precios provoquen una caída de la demanda de crudo.

La hora de la verdad llegará el 5 de diciembre en Abu Dhabi, donde los ministros de Petróleo y Energía deben tomar la decisión de aumentar o no su producción de petróleo.

Fuente: Diario Las Américas, 19 de noviembre de 2007.

Artículo relacionado:

Irán, El Baradei y los ayatolás
Por Julián Schvindlerman

La relación entre la comunidad internacional y la República Islámica de Irán parece seguir el movimiento de la Sonata nº 7 de Sergei Prokofiev: comenzó con un allegro inquieto, continuó bajo un andante caloroso y posiblemente finalizará con un precipitato. Primero hubo conmoción ante la noticia del plan atómico iraní; luego, intensa diplomacia; y ahora nos encaminamos a un brusco final.

No son muchos los miembros de la familia de las naciones que se toman en serio el escenario derivado de un Irán nuclearizado. Ciertamente, no lo hacen Holanda y la India, países que exportan el 40% del combustible que consumen los iraníes. Tampoco las muchas compañías alemanas que continúan operando en Irán, ni las firmas suizas, italianas, austriacas y españolas que aún mantienen negocios con Teherán. Claramente, no lo hace la UE en su conjunto, cuyo volumen de negocios representa para los iraníes el 40% de su comercio exterior, aunque para aquélla equivale solamente al 1% de su cartera foránea. Definitivamente, no lo hacen China y Rusia, que asisten tecnológicamente a Teherán y simultáneamente obstruyen en el Consejo de Seguridad de la ONU la adopción de sanciones contra el régimen de los ayatolás. Y, muy evidentemente, tampoco lo hace el responsable número uno en materia de seguridad atómica internacional, el Sr. Mohamed el Baradei, director general de la Organización Internacional para la Energía Atómica (OIEA), cuya negligencia ha sido duramente criticada por los israelíes.

"Las reiteradas afirmaciones de El Baradei, que ha negado, con gran incongruecia, que Irán esté buscando armas nucleares y obteniendo progresos en la materia, son difíciles de explicar", ha declarado Gerald Steinberg, titular del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Bar Ilán. En una breve monografía, este académico afirma que el funcionario egipcio que está al frente de la OIEA "ha perdido credibilidad y está encubriendo amplias violaciones del Tratado de No Proliferación Nuclear [por parte de Irán]".

Steinberg explica que, por más de tres años, los reportes trimestrales de la OIEA sobre Irán dieron cuenta de las obstrucciones a las visitas de los inspectores, de importantes inconsistencias entre las declaraciones oficiales y los resultados de las muestras recogidas en las propias instalaciones, etcétera, pero que, absurdamente, cada reporte firmado por Baradei concluía que las evidencias no demostraban suficientemente que la república islámica estuviera tratando de fabricar armas nucleares.

De hecho, incluso Moscú y Pekín aceptaron la "sobrecogedora naturaleza de la evidencia", rechazaron las afirmaciones de El Baradei e identificaron a Irán como una nación incumplidora del Tratado de No Proliferación Nuclear (septiembre de 2005). La Junta de Gobernadores de la OIEA, reunida en noviembre del mismo año, decidió no obstante posponer el envío del dossier iraní al Consejo de Seguridad para dar más tiempo a los negociadores.

Esta postergación favoreció a los iraníes. Sólo en febrero de 2006 pudo obtener Estados Unidos el apoyo de los principales miembros de la OIEA para que el asunto fuese derivado al Consejo de Seguridad. Desde entonces, las evaluaciones de El Baradei relativas a la cuestión nuclear iraní –que, como señala Steinberg, forman la base para la consideración de nuevas sanciones por parte del Consejo de Seguridad– continúan negando que los ayatolás estén empeñados en cruzar el umbral nuclear.

El 9 del corriente, un día después de que Mahmud Ahmadineyad anunciara que su país disponía de 3.000 centrifugadoras para el enriquecimiento de uranio (es decir, el nivel crítico y final para construir bombas nucleares), Shaul Mofaz, responsable del diálogo estratégico con Washington por el asunto iraní y ex ministro de Defensa de Israel, acusó al funcionario egipcio de poner en peligro la paz mundial con su postura de cerrar los ojos ante el plan de Teherán y pidió su destitución, habida cuenta de su conducta "lenta e irresponsable".

El Baradei, que no había alertado respecto de que el régimen de Bachar al Assad contara con algún programa no convencional, ha criticado públicamente a Israel por su reciente incursión en territorio sirio, donde al parecer destruyó un reactor atómico de construcción norcoreana.

Que en el año 2005 la Administración Bush se opusiera a que El Baradei disfrutara de un tercer mandato al frente de la OIEA (dada su oposición a la guerra en Irak, lo que, por otra parte, le valió el Nobel de la Paz) y que el régimen de Ahmadineyad se haya mostrado poco tiempo atrás dispuesto a negociar con él son quizá los indicadores más claros de lo inadecuado que es este personaje para monitorear el programa nuclear iraní. Sencillamente, parece ser el hombre equivocado, en el lugar equivocado, en el momento equivocado.

Dados la incompetencia del director general de la OIEA, el obstruccionismo de China y Rusia y la imprudencia europea (excepción hecha de París y Londres), cada vez resulta más difícil detener a Irán antes de que se convierta en una nación nuclear. Ni siquiera la actual Casa Blanca parece estar uniendo su retórica condenatoria con sus actos sobre el terreno.

Jerusalén es especialmente sensible a este panorama, a la luz de las aspiraciones eliminacionistas de los iraníes. Diversas figuras relevantes del Ejército israelí han alertado últimamente de la gravedad de la situación, e insinuado que el próximo año será el último del que disponga la comunidad internacional para evitar que Irán sea nuclear. Con el trasfondo de la operación Osirak (1981) y de la reciente incursión en Siria, quizá el mundo dé por descontado que, una vez más, la acción decisiva correrá por cuenta de Israel.

Llegado el caso, qué duda cabe, no serán pocos los que condenen públicamente a Israel, aunque le aplaudan secretamente. Y habrá, también, quienes protesten por el unilateralismo espartano de Israel y lamenten la pérdida de credibilidad del sistema mundial de monitoreo nuclear. Las quejas se dirigirán hacia quien haya finalmente removido de la preocupación internacional una gran amenaza para la paz y la seguridad, y en el olvido quedarán los actos de quienes permitieron, con su incompetencia e irresponsabilidad, que aquélla cobrara cuerpo.

Julián Schvindlerman, autor de Tierras por Paz, Tierras por Guerra.