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Un llamado de alerta.

En los últimos meses la percepción de que el final del régimen castrista es una posibilidad real ha hecho renacer la esperanza entre muchos cubanos. Esto es un acontecimiento de mayor importancia porque uno de los objetivos de la dictadura ha sido siempre el mantener al pueblo sumido en el derrotismo. Una visión positiva del futuro, es decir un ideal realizable es casi un requisito indispensable para materializar un cambio en Cuba.

Este optimismo es el inicio de un cambio en la correlación de fuerzas del cual el propio régimen ha tomado nota. El mitin político oficial como respuesta a las protestas del pasado 13 de Julio y el discurso del pasado 26 de Julio evidenciaron nerviosismo. La oposición democrática debe aprovechar estas circunstancias para preparar lo más rápidamente posible, las condiciones que permitan el desarrollo de una estrategia responsable. Sin embargo, creemos que en estos momentos, son populares dos graves errores de apreciación.

Primero: Afirmar que en Cuba están presentes las condiciones para que el pueblo se rebele es un error. Entre la existencia de un generalizado descontento en la población y su disposición a tomar las calles hay una gran distancia. Es verdad que en Cuba existe un profundo nivel de frustración y que la gente hace críticas abiertamente, como nunca antes. Pero es igualmente cierto que en lugar de un espíritu de lucha, en la población priva el generalizado e intenso deseo de huir del país.

Segundo: Aún más grave es creer o afirmar que la disidencia en Cuba está organizada a nivel nacional. La disidencia no tiene, ni el suficiente nivel de organización, ni coordinación en el país. La mayor parte de la oposición está desarticulada en pequeños grupos que viven bajo la permanente hostilidad del régimen. Estos no tienen reconocimiento ni respaldo internacional. Muchos opositores no tienen recursos ni para movilizarse. Una vez que son detectados por la Seguridad del Estado pierden sus trabajos y quedan completamente desamparados. Es más, hay falsos opositores que se dedican a sembrar la división en las filas de la disidencia y en algunos casos propician el ostracismo y la persecución de legítimos disidentes.

Ciertamente la asistencia que llega a un sector de la disidencia es fundamental. También lo es la ayuda que reciben las familias de los opositores en prisión. Pero estos esfuerzos deben aumentarse y consolidarse. A su vez los cubanos en el exterior, que somos la verdadera retaguardia de esta lucha, tenemos que organizarnos en forma más efectiva.

Lamentablemente estamos presenciando como en una hábil maniobra publicitaria y represiva el régimen demuestra al pueblo, al exilio y al mundo que tiene el control de las calles. Dirigentes disidentes son acorralados y acosados en sus casas y en las calles por la turbas de la dictadura con el propósito de demostrar que la disidencia no tienen ni organización ni recursos para movilizar a la población.

La dictadura necesitaba una victoria desesperadamente, una reafirmación de que su capacidad para controlar estaba intacta. Lo ha logrado momentáneamente pero no debemos desmotivarnos por esta maniobra. La correlación de fuerzas sigue moviéndose en su contra. Tenemos que denunciar el acoso que sufren los dirigentes disidentes y tenemos que evitar, que por improvisación y exceso de confianza, el pueblo cubano sufra otros fracasos tácticos que atrasarían y harían más costoso el desenlace final a favor de la libertad.




   César L. Alarcón                                         Huber Matos Araluce
   Baltimore, Maryland.                                    San José, Costa Rica.

   Lunes, 15 de Agosto, 2005.