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Cartas
Carta del Comandante Huber Matos a los miembros
de las FAR y MININT
Comandante Huber Matos B.
Mas allá del desfile militar del 2 de diciembre en La
Habana y de otros actos aparentemente conmemorativos, pero con fines de
intimidación política; y del intento, ya en marcha, de perpetuar el
sistema totalitario mediante la sucesión dinástica, hay una realidad que
nos concierne a todos los de nuestro pueblo: Cuba es una nación
desgarrada, oprimida y de espaldas a la marcha del tiempo, víctima de un
liderazgo que agoniza, pese a las transfusiones de petrodólares
venezolanos.
Fidel Castro es un manipulador ególatra cargado de culpas que camina
paso a paso hacia la tumba. Raúl es una máscara con grado de general,
animada por el odio, el miedo y el alcohol. Y el totalitarismo marxista
es demagogia y terror en función de sistema político rumbo al basurero
de la historia.
La Revolución Cubana está agotada y en total descrédito, víctima de sus
contradicciones, de sus crímenes, de su traición al pueblo y de su
rotundo fracaso evidente en términos de miseria, represión y frustración.
Además, la Revolución está marcada culposamente por la eliminación de
sus propios héroes como Camilo Cienfuegos y Arnaldo Ochoa. En los dos
casos, el miedo y los complejos de Raúl fueron determinantes.
La Revolución Cubana no fue una empresa para entronizar una dinastía
dictatorial, sino para restablecer el sistema democrático que Fulgencio
Batista truncó con el funesto golpe de Estado del 10 de marzo de 1952.
Ese compromiso está plasmado en un documento histórico firmado en la
Sierra Maestra en el verano de 1957. A esto se añadían reformas de
contenido social y económico compatibles con el estado de derecho y
garantes del propósito humanista del programa revolucionario. Al
triunfar el Ejército Rebelde, el primero de enero de 1959, los cinco
comandantes principales de aquel proceso ratificamos públicamente
nuestro propósito de implementar reformas sociales y económicas en el
marco de una democracia representativa. El pueblo confió en nosotros y
respaldó fervorosamente la promesa de "Libertad con pan. Pan sin
terror".
Casi inmediatamente después del triunfo revolucionario, una brecha se
fue abriendo: Fidel, Raúl y el Che propiciaban los abusos y las
venganzas en sus maquinaciones hacia un régimen dictatorial, mientras
que Camilo y yo insistíamos en mantener el rumbo democrático del proceso.
El 21 de octubre de 1959, a diez meses del triunfo revolucionario,
denuncié públicamente la conjura comunista y por esta razón fui
calumniado y arrestado. Una semana después de mi detención, Camilo
Cienfuegos desapareció misteriosamente mediante un crimen perfecto. El
pagó con su vida y yo con 20 años de prisión nuestra lealtad al pueblo,
a nuestros mártires y a los ideales democráticos de la Sierra Maestra.
Ya sin obstáculos, Fidel y Raúl, asistidos por un grupo de
incondicionales, entre los que se encontraba Ramiro Valdez, dieron
rienda suelta a la represión, arrestando, condenando a prisión o
fusilando a todo el que se oponía a la nueva dictadura. Miles de
revolucionarios y cubanos honorables fueron ejecutados injustamente.
Cientos de miles de compatriotas, hombres y mujeres, sufrieron largas
condenas en terribles condiciones carcelarias. Se provocó la ruptura de
relaciones con Estados Unidos, nuestro vecino y principal socio
comercial, como excusa para convertir a nuestro país en un peón del
imperio soviético. Se inició un cruel y masivo exilio de compatriotas
que hoy sobrepasa los dos millones de cubanos.
A cambio de apoyo militar y económico a su dictadura, los Castro
traicionaron a Cuba. Entregaron a nuestro país y a su pueblo para que
sirviera como instrumento del expansionismo soviético en su conflicto
con el Occidente democrático. Los miles de muertos en las guerras de
guerrillas y el terrorismo alimentado desde Cuba en todo el mundo y los
más de dos mil muertos cubanos en África, fueron parte del pago a la
URSS. Durante tres décadas, hasta su colapso en 1991, la URSS alimentó a
la dictadura castrista. Los supuestos logros del comunismo en Cuba
fueron espejismos que no se pagaron con la productividad de la economía
cubana, sino con los recursos de los explotados pueblos del imperio
soviético. Nuestra economía fue organizada dentro del ineficiente
esquema del socialismo marxista-leninista; y nuestro país se convirtió
en un parásito dependiente de la Unión Soviética como lo es hoy de la
Venezuela de Chávez. Ante este fracaso inexcusable, la dictadura ha
pretendido culpar al “bloqueo norteamericano” de todos sus errores e
inmoralidades.
Compatriotas, nuestro pueblo no tiene que estar perpetuamente condenado
a las arbitrariedades y al hambre. El futuro está en la democracia
representativa, en la economía de mercado y en una interacción con las
demás naciones del planeta. Lejos de temer, debemos propiciar una
relación política y comercial con Estados Unidos como la tienen todas
las democracias del mundo y países hermanos como México, Chile y Costa
Rica, entre otros. La democracia y la libre empresa activarán el
tremendo potencial de creatividad y trabajo de nuestro pueblo. Esto
daría a todos los cubanos la oportunidad de desarrollar sus propias
iniciativas en diferentes áreas, tanto científicas, tecnológicas,
comerciales, industriales, agrícolas, etc., sin las limitaciones
impuestas por un rígido y caprichoso sistema que cercena las libertades
públicas e impide el desenvolvimiento económico y social.
El cambio se impone con urgencia y tenemos que convertirlo en realidad
forjando en los hechos la Alianza del Pueblo y los Militares Cubanos,
antes de que los Castro acaben de destruir lo que queda del patrimonio
nacional o de sustraer el último millón de dólares para depositarlo en
bancos europeos, o para montar negocios en Italia, España o Brasil. O de
comprometer más a Cuba en el terrorismo y las drogas; o de reclutar más
esbirros para incrementar el terror contra los opositores y la población
civil. Y sobre todo, antes de provocar el Apocalipsis con el que sueñan
esos señores para dejarnos el país ocupado por tropas extranjeras y con
muchas ruinas y muchos hogares enlutados, como epílogo “heroico” de su
revolución corrupta y jinetera.
En el numeroso personal del MINFAR y del MININT, incluídos los
desmovilizados y los retirados, y desde los generales hasta el más
modesto soldado, hay razones, corazón y voluntad para protagonizar, mano
a mano con el pueblo, el nacimiento de la Nueva República y con ello el
triunfo de la libertad, la justicia y el progreso en suelo cubano. El
Exilio hará su parte con la vocación patriótica y la generosidad que le
caracterizan.
Una Junta Cívico Militar, formada por representantes de los cuerpos
armados y del poder civil o fuerzas de la Resistencia, se encargaría del
gobierno provisional hacia la institucionalización del estado de derecho
y el ejercicio de las libertades públicas, comenzando por la
excarcelación de todos los presos políticos. Un pacto o compromiso de
concertación será implementado sobre la marcha para propiciar el éxito
de la transición hacia la democracia y el resurgimiento integral de la
nación cubana.
¡El poder para el pueblo en alianza con los militares!
¡Patria sí, pero sin amo y para el bien de todos!
Diciembre 5 de 2006.
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