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Artículos
Salud e ilusiones
Por Adolfo Rivero Caro
Es muy probable que la emulación entre los programas de Oscar Haza y
María Elvira Salazar sea el principal atractivo que nos ofrece la
televisión en español todas las noches (estos programas se ven solamente
en el estado de la Florida y sus alrededores). Es un fastidio, y al
mismo tiempo un placer, tener que estar cambiando de canal para ver cuál
programa es más interesante. (Seguramente ambos se sentirán irritados
por esta observación.) El martes pasado, María Elvira presentó un
programa sobre Ana Belén Montes, la espía castrista que llegó a ser la
más importante analista del Pentágono en relación con Cuba. Durante
quince años estuvo dando información falsa y desorientando a los altos
mandos de la defensa de Estados Unidos. Esto fue un triunfo espectacular
de la inteligencia cubana y un fracaso, no menos espectacular, de la
inteligencia americana. Es muy natural que los americanos quieran
restarle importancia a esto y barrerlo debajo de la alfombra.
Lamentablemente, Fidel Castro tiene el mismo interés. Esto es
inaceptable.
Los altos mandos del Pentágono, y del gobierno americano, han sido
sistemáticamente engañados durante muchos años. Eso significa que las
opiniones sembradas por la inteligencia cubana siguen dominando en el
establishment de la defensa nacional. Una de ellas, sin duda, era que,
con la desaparición de la Unión Soviética, Cuba había dejado de ser una
amenaza para Estados Unidos. Hoy (casi) todos los políticos americanos
piensan lo mismo: ¿qué peligro puede significar esa islita? Todos
quieren aparecer como opositores a la dictadura. Pero su oposición es
puramente formal y retórica. Es una arrogancia suicida.
Actualmente, Estados Unidos tiene que adaptarse a un tipo de guerra
completamente nuevo: la guerra irregular contra el terrorismo. Ahora no
hay que enfrentar los ejércitos de un estado enemigo, sino grupos
terroristas suicidas. Esto pudiera parecer una tarea imposible y quizás
lo sea. Sin embargo, los grupos terroristas clandestinos necesitan de un
fuerte apoyo logístico: pasaportes falsificados, lugares donde poder
refugiarse durante largos períodos de tiempo, casas seguras, redes
internacionales de contactos. Y necesitan mucho, mucho dinero. En
realidad, les hace falta un tipo de apoyo que sólo pueden dar los
gobiernos. Es decir: necesitan apoyo estatal. Un ejemplo clásico es el
apoyo que el gobierno de Afganistán le daba a Al Qaida.
En el contexto de esta guerra irregular, dada su cercanía con Estados
Unidos, no hay país más peligroso que Cuba. Venezuela todavía no es un
país totalitario. Es sus fuerzas armadas y en sus aparatos de
inteligencia hay cuadros que no simpatizan con el terrorismo y que
rechazan la idea de una guerra a muerte contra Estados Unidos. Chávez
puede tener mucho dinero, pero no tiene las manos libres. Cuba es
diferente. Es un estado totalitario. Sus fuerzas armadas y sus aparatos
de inteligencia han sido una creación de la dictadura. No hay ninguna
razón objetiva para pensar que no vayan a seguir a Fidel Castro en
cualquier tipo de aventura. Ningún ejército comunista se ha rebelado
nunca contra la dictadura del partido. El gobierno cubano, por otra
parte, es el heredero ideológico de la Internacional Comunista. No hay
ningún gobierno que tenga relaciones tan estrechas, y de tantos años,
con una red tan vasta de organizaciones hostiles a nuestro país.
Incluyendo, por supuesto, a la poderosísima izquierda americana, con su
control sobre las universidades y los medios de comunicación.
Estados Unidos es el enemigo fundamental de la dictadura cubana. Y
Estados Unidos es el enemigo fundamental de los terroristas islámicos.
Independientemente de discrepancias secundarias, eso es lo determinante.
Vean, si no, la monstruosa alianza entre Venezuela e Irán. Entre
nosotros se sigue insistiendo en que, en el caso de Cuba, la ideología
no tiene ninguna importancia. Es un grave error. En América Latina y en
todo el mundo hay un antiamericanismo irracional sumamente extendido.
Para sus simpatizantes, Fidel Castro es un héroe. Este antiamericanismo
irracional --que no tiene nada que ver, digamos, con la crítica del
proteccionismo americano-- ha sido la base fundamental de apoyo de la
dictadura cubana. El caso de Ana Belén Montes enfatiza la importancia de
este problema.
Lo importante no es Fidel Castro. La importancia de su personalidad es
una ilusión. Es un simple reflejo de la vitalidad que mantienen las
ideas que ha defendido y, en particular, de su antiamericanismo. La
gente no está enamorada de ese viejo enfermo y lamentable, está
enamorada de sus ideas. Esas ideas mantienen tanta fuerza que llevaron a
Ana Belén Montes a la traición. No hay que menospreciarlas. Son la
religión secular de nuestro tiempo.
Durante décadas, los comunistas estuvieron sembrando su hostilidad a la
sociedad de libre mercado. No es casual que tantos intelectuales --desde
Picasso hasta Neruda-- hayan sido comunistas. No importa que el
comunismo haya sido un fracaso en la práctica. El odio a la sociedad
libre es más fuerte que nunca. Revertir ese proceso, en la medida en que
sea posible, va a ser una tarea de largo aliento. Lo estamos viendo en
la ofensiva izquierdista en América Latina. El formidable
Antiamericanism: rational and irrational de Paul Hollander ni siquiera
ha sido traducido al español. Entre los opositores del colectivismo
izquierdista, el principal frente de lucha tiene que ser cultural,
ideológico. Y deberá serlo durante mucho tiempo. Las ideas de Castro
siguen siendo populares. Es irrelevante hacerse ilusiones con su salud.
Lo importante es la salud de las ilusiones que él representa.
Nota: El M.C.U.D. y S.O.S. Justicia a diferencia del autor si
consideran a Venezuela y Bolivia como gobiernos subversivos y activos en
la región.
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