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Castrismo: ¿continuidad o cambio?
Por Rafael Ávila Pérez (Desde Cuba)

Cuba no es la misma desde el 31 de julio, por primera vez en más de cuatro décadas el dictador Fidel Castro delegaba su poder aunque fuera de forma temporal. Todo un cúmulo de especulaciones se levantaron durante los primeros días, declaraciones de varios gobiernos dispuestos a ayudar y la creencia de que al fin el inmovilista régimen comunista, comenzaría a andar hacia una transición.

Pero el contenido de la famosa Proclama no ha dejado lugar a dudas aún de forma temporal, quienes recibieron el bastón de mando en la nación responden al sector más duro de la cúpula gobernante, no podía ser de otro modo. Al igual que el caudillo Franco en España, Castro ha querido “dejarlo todo atado y bien atado”.

Muchos se preguntan por qué no ocurrieron protestas populares. La sociedad cubana actual está conformada por millones de hilos diminutos de mentiras, conformidades y concesiones diarias. Además, Cuba es un estado policial, donde el partido gobernante tiene dinero, organización, y el control de los medios de masas.

La oposición poco ha podido hacer, con cientos de activistas encarcelados o vigilados constantemente por la policía política y miembros de las organizaciones paramilitares, nuestra labor ha estado entorpecida en grado sumo. Agradecemos toda la ayuda de aquellos que desean un cambio democrático en nuestro país, pero todavía hay que trabajar mucho para poder propiciar los cambios por los que luchamos.

A pesar de la presión internacional, el régimen pretende mantenerse igual. En los medios de comunicación se insiste hasta la saciedad en la pronta recuperación de Castro así como en la fidelidad a los “principios revolucionarios” del sistema.

En Cuba hay calma, mantenida sobre los hombros de los miles de reservistas movilizados, de las órdenes impartidas para que los descontentos sean vigilados y en caso de protestas acallarlos por la fuerza. Se ha insistido hasta el cansancio en el poder de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior para mantener el control de la sociedad.

Hablar de cambios en Cuba es precipitado, quizás cuando fallezca Castro es posible que su hermano, el heredero designado realice algunas reformas, pero estarán enmarcadas a consolidar el poder de la cúpula comunista. De todas formas, si así fuera, no dejaría de ser un dictador.

Continuidad es la palabra más adecuada cuando se habla hoy del tema cubano, los demócratas no podemos dejarnos engañar por aquellos que llaman a mantener un compás de espera o quienes piensan que un Raúl Castro pragmático hará lo posible para hacer salir a Cuba de la terrible crisis económica en la que vivimos millones de cubanos y conducirnos a un estado de derecho.

Es irracional confiar la suerte de millones de ciudadanos al capricho de un pequeño grupo de generales y civiles comprometidos con el mantenimiento de una férrea dictadura. Los que trabajamos por la libertad y la democracia para Cuba debemos ahora más que nunca, continuar con nuestras actividades de crear en la población un marco de rechazo a cualquier autoridad que limite los derechos de los cubanos.

El castrismo como sistema e ideología, no tiene más que un asidero: el terror y el miedo como forma de control para mantener el dominio. El régimen buscará por todos los medios ganar tiempo para consolidar su poder.

En Cuba no hay transición, sólo acciones dirigidas a consolidar el sistema comunista. Ante el continuismo del sistema corresponde a quienes hemos asumido el reto de trabajar por cambios democráticos en Cuba, no renunciar a nuestras exigencias de libertad y derechos. Debemos lograr el despertar de la sociedad, no podemos renunciar a la desobediencia y la resistencia civil como método de alcanzar nuestras libertades.

Si hay transición a una verdadera democracia, debe ser como resultado de nuestros esfuerzos y el de millones de cubanos que nunca han tenido la oportunidad de vivir en un Estado de Derecho.


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