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Artículos
Grados sin honra
Por Orestes Lorenzo*
El saliveo del ex-general Rafael del Pino por un retorno a la gloria se
ha hecho evidente en sus artículos y declaraciones de los últimos meses.
La próxima desaparición de Fidel Castro y el traspaso de las riendas al
hermano, han impulzado al ex-general en una carrera torpe e hipócrita
que culmina en el ridículo de acusar a quienes fueron sus víctimas,
precisamente de violarle los derechos que él mismo ayudó a despojarles
en el pasado.
Repugna por eso la demanda, y por sus imprecisiones que tuercen la
verdad. Al abandonar Cuba, Del Pino no era el sustituto del Jefe de
Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, sino el jefe del incipiente museo
de la DAAFAR. ¡Vaya diferencia! Conocí a Del Pino en 1980, cuando era
jefe de la Comisión Investigadora de Accidentes de Avicación. Fue la
responsabilidad más alta que le vi ocupar desde entonces.
Según el documento presentado en la corte, el ex-general no revela su
dirección por razones de "seguridad nacional". Razones de "seguridad
personal" sería lo correcto, y hasta legítimo afirmar. La seguridad de
este país no pasa por la casa de Del Pino.
Se describe despectimente a Felix Rodríguez como un hombre empleado y
financiado por la CIA. De llegar a juicio, sería interesante ver cómo
respondería Del Pino a la pregunta de la defensa: ¿Y a usted quién lo
mantiene, general?
Este individuo que en su juventud conoció los Estados Unidos y esa
primera enmienda en que hoy se ampara, no reparó luego en gritar
infamias contra esta nación. Siendo de los hombres que trazó la historia
que aprendimos los más jóvenes, tampoco tuvo escrúpulos en repetirnos la
mentira de una amenaza de anexión que él sabía nunca existió, ayudando
con ello a cultivar en nosotros el resentimiendo hacia este país.
Todavía hoy, después de buscar perdón y refugio donde único podía
encontrarlo: los Estados Unidos, el ex-general habla de una "invasión
yanqui", retomando así el antiamericanismo que cree le servirá de
credencial para un rol que le asegure el retiro, por mezquino que éste
sea.
Del Pino dice que aún es general. Recibió los grados de manos de Fidel
Castro, y por sus intentos de reconciliación con el "compañero ministro",
parece que desea vestir el uniforme nuevamente. Eso es posible en el
ejército de los que llevan grados sin honra, de los que mendigan
derechos, de los que prefieren los frijoles a las libertades. Pero ese
no es mi éjercito, ni el de muchísmos militares cubanos, ni el que
merece el pueblo. El nuestro se fundó hace casi ciento cuarenta años con
el honor, la lealtad, el decoro y la gallardía como la raíz de su
doctrina.
Cuando el más grande de nuestros generales dijo que mendigar derechos
era propio de cobardes, sentaba los principios de la dignidad en que
debíamos actuar los militares cubanos. En estos precisos momentos el
espíritu de aquellas palabras
furgura desde la oscuridad de una celda tapiada en la firmeza de Oscar
Elías Biscet.
Mientras tanto, Del Pino propone una negociación irrelevante a nuestro
problema que podría traer mejoras económicas, pero también legitimidad
al robo y al abuso que padecemos, además de condenar al exterminio a
herederos de Maceo como Biscet.
¡Si el Titán viviera arrancaría de un tirón los grados a este general!
Pero no está solo Del Pino en este esfuerzo vil. Otros salivean también
con la sórdida aspiración de un retorno cargado de relevancia y
restitución de privilegios obsenos. Acarician la esperanza de que Raúl
los escuche, y se alientan entre sí diciendo que no deben cerrar las
puertas al hombre que tendrá el poder de los cambios.
Les tengo una noticia: Para hacer los cambios que Cuba merece se
necesita coraje, y Raúl Castro no lo tiene. Un simple detalle de perfil
humano lo revela: ¿Se han fijado en su escolta personal? El nieto lo
acompaña siempre, armado, cubriéndole la espalda.
¿Quién, sino un monstruo, permite que el nieto tenga la responsabilidad
de poner su pecho a las balas para protegerlo? Señores de capítulos
pasados, Raúl Castro es un cobarde. ¿Cómo esperan que tenga madera para
arreglar un país cuando no la tiene para proteger a sus críos? El miedo
incapacita a este hombre para liderar cambios reales.
Mejor cierren sus bocas, sequen sus gargantas y comprendan que el
capítulo de ustedes acabó ya. En aras de la memoria que dejarán a sus
nietos, vivan el final con dignidad.
*Orestes Lorenzo, Ex-Mayor de la Fuerza Aérea cubana, quien escapara
de Cuba en un avión Mig-23 que tripulaba, poco después regresó a Cuba en
un temerario vuelo clandestino a fin de rescatar a su esposa y su hijo.
Fuente: La Nueva Cuba
Noviembre 14, 2007
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