|
|
Artículos
Algo se cocina en La Habana
Por Nicolás Pérez Diez-Argüelles
El Nuevo Herald del jueves 7 de febrero,
en la página 2A, publicó un enorme cintillo sobre Cuba que rezaba: ''Críticas
al gobierno asombran a expertos''. Se trataba de una reunión de Ricardo
Alarcón con un grupo de estudiantes universitarios que le hicieron par
de preguntas embarazosas. No entiendo el asombro. En Cuba todo tiene una
razón de ser. El problema es encontrarla dentro de las pistas falsas que
nos deja el castrismo tras sus desplazamientos.
No discuto que hay posibilidades de que este show kafkiano, que se
produce en el marco de la Universidad de Ciencias de la Computación, en
un país donde se persigue ferozmente el internet, sea un atisbo de la
desintegración del sistema, pero no lo creo. En este incidente ''espontáneo''
entre Alarcón y los estudiantes veo más bien una obra de teatro con un
cuidadoso libreto, que trata de lanzar un mensaje al pueblo de Cuba y al
exilio.
Tengo la teoría de que cuando se produzca la desaparición real o virtual
de Fidel Castro su hermano menor va a efectuar cambios a fondo perdido.
Ya tiene varias etapas cubiertas. Están sobre el papel y no se leen. Se
dicen en discursos que no se escuchan. Porque Raúl no es una prima donna
y le molestan los spot lights. Como el ratón, muerde la carne y llega
hasta el hueso, pero como sopla, no duele. En política exterior se ha
desmarcado por completo de la línea fidelista de armar bretes. Incluso
en el diferendo entre Venezuela y Colombia ha mantenido una actitud de
invitado a la fiesta por equivocación. Y también recibió a Lula con
alfombra roja, a lo cual, si le añadimos las gestiones con Angola,
debemos suponer que Raúl se está cubriendo las espaldas por si llega a
fallarle el petróleo ante un posible resbalón de Chávez.
En economía el gobernante interino no puede inventar mucho: mercados
campesinos, abrir la mano a pequeñas industrias y búsqueda de inversión
extranjera. A estas medidas le dará la velocidad que el devenir
histórico le permita.
Pero retomando el hilo de la trama, de un día para otro el castrismo no
puede invitar a su oposición a un diálogo, ni dar libertad de prensa, ni
permitir que se postulen opositores al Parlamento, porque el régimen se
derrumba en el acto como un castillo de naipes. Las medidas de apertura
que se tomen deben ser aplicadas con lentitud y bajo un férreo control.
Se me ocurre que lo más cercano a esto es dar libertad para que entren a
Cuba de un modo permanente los exiliados que así lo deseen y salga todo
aquel que tenga visa de un país extranjero.
Esto viene hace rato caminando. A principios de diciembre comencé a
recibir e-mails de la isla que me hablaban de la posibilidad que el
gobierno cubano cumpliese con el artículo 13 de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos: ''Toda persona tiene derecho a salir de
cualquier país, incluso del propio y regresar a su país''. Esos e-mails
me parecieron fuera de lugar. Ahora hago otra lectura de la anécdota,
hace rato que hay una corriente de opinión formándose sobre este tema.
Cerca de Navidad fui a un cocktail y me tropecé con alguien agradable e
instruido que resultó ser un altísimo ex funcionario castrista con
residencia en un país de América Latina de visita en Miami, y aunque
profundamente decepcionado, aún no había roto con el régimen. Me dijo
dos cosas interesantes: en Cuba se estaban produciendo enormes cambios
dentro del Partido Comunista, y curiosamente, me añadió que el exilio
debía plantear la total libertad de entrar y salir de la isla. El mismo
tema, sin punto ni coma, se discutió la semana pasada en una reunión del
Centro de Estudios Cubanos de la Universidad de Miami.
Con estos truenos supongo que no se deben ''asombrar los expertos'' de
la extraña reunión de Ricardo Alarcón con estudiantes contestatarios
(?), en la cual un tal Avila se quejó de que sus compatriotas carecían
de una opción viable para ir a ciertos hoteles o viajar fuera del país.
La tapa al pomo, el emblemático Silvio Rodríguez, tras la presentación
de su documental Hombres sobre cubierta declaró a la prensa lo siguiente:
``El permiso de salida y de entrada, eso debía abolirse completamente.
Eso es una cosa que se hizo con otro destino, por otras razones, y ha
sobrevivido durante demasiados años en Cuba, y yo no creo que tenga
razón de ser''.
Demasiadas coincidencias. Y como El Nuevo Herald no sólo es el periódico
hispano más importante de los Estados Unidos, sino que lo leen por
internet generales y ministros del régimen castrista, a todos les envío
un mensaje para que no los cojan fuera de base. Algo se cocina
actualmente en La Habana.
Fuente: El Nuevo Herald
13 de febrero del 2008
|
|