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El Camino de Democracia en Latinoamérica es compromiso de sociedades libres y abiertas.
Por Mario Marenco Sosa.*

Cuando se plantean, en América Latina o en otras regiones del globo, alternativas políticas que resultan trágicas dictaduras, gobiernos sin pueblo, regímenes sin libertad invariablemente la natural disconformidad que provoca esa clase de hechos es explotada por minorías activistas, en procura de seducir a los disconformes y a los rebeldes.

Esas minorías pretenden capitalizar la justificada queja que provocan los sistemas que no son democráticos. A pretexto de estudiar el desarrollo histórico y los procesos sociales en que se inserta el drama del país que se trate, procuran por todos los medios demostrar que las “causas” de que se pierda la libertad radica en hechos económicos para los cuales la única solución, según ellos, es la revolución.

¡Desparpajo el de esta gente! ¡Desparpajo que es escarnio! El mundo entero sabe que las doctrinas marxistas-leninistas odia a los dictadores pero aman la dictadura. A condición que sean suyas las inspiraciones del mandón de turno.

¿Quién no sabe que los que han predicado el menosprecio hacia la libertad como simple perjuicio burgués son los marxistas-leninistas? ¿Quién puede olvidar lo que ha sido capaz de hacer doctrinas totalitarias en la ex Europa Oriental; en tierras mas lejanas de Extremo Oriente y en tierras muy cercanas a nosotros como en Cuba?

Quienes se han ufanado por enseñar a maltratar al prójimo, a quedarse con la libertad y a depositarlos en cárceles atroces, no pueden pretender enarbolar banderas que son de aquellos que abominan de la dictadura cuando gobiernan los demás, si, pero también cuando los que gobiernan son ellos mismos. Horroriza advertir lo incalculable de las consecuencias de estas monstruosas confusiones ideológicas en las que quiere sumirse al mundo de hoy, a través de la condena a los totalitarismos, por quienes son los artífices del totalitarismo. Es claro que en política resulta más fácil dividirse en bandos que analizar ideales.

La real contraposición no se da entre sistemas con orientación económica, sino entre sistemas de libertad y sistemas de persecución.

Así planteadas las cosas, la democracia es una tensión permanente entre la libertad y la justicia, y cuando predomina uno de estos valores en perjuicio de otro, ambos quedan en peligro. Es suicida despreciar el valor de la libertad política, porque esta demostrado que cada vez que se comprometió la libertad de pensar y de accionar de los pueblos, se comprometió el derecho a luchar por las transformaciones económicas y sociales que requiere cada momento, y con ello, la justicia.

Lo que hoy esta ocurriendo en muchos pueblos latinoamericanos, no son más que el dramático testimonio de trágicos errores que hemos visto a lo largo de este siglo.

Nos toca vivir tiempos repletos de agresión contra el individuo. De esa agresión son victimas a la vez los pueblos más diversos, y contra ello, es preciso alzar barreras psicológicas de defensa, para que no se aplaste lo único realmente creador que hay en el contexto social: la mente cimentada en el sentimiento y los valores humanos.

Ningún avance tecnológico nos hará mas felices y ningún progreso material hará mejor la vida de los pueblos, si los gobiernos y los ciudadanos no están impregnados del mas profundo sentimiento de libertad para distribuir los resultados de esos bienes.

Para poder mirar al frente con esperanza, tenemos, pues, que empezar por reconocer que es imprescindible transformar nuestra psicología ante el desdén de la agresión, la barbarie, y el despotismo. Así mirada las cosas, recobra todo su sentido la palabra liberación manoseada y ensuciada por viles explotaciones que no han tenido empacho en convertirla en membrete para acciones y propósitos que significan todo lo contrario de liberación y justicia.

El no creer que el hombre puede ser protagonista de su propia vida conduce casi inconscientemente a desvalorizarlo, a degradarlo y al final, consentir que se le maltrate física, material o moralmente. En eso desembocan siempre todas las tiranías.

Contra esto luchamos, porque el ser humano merece respeto en cualquier momento y en cualquier lugar. Es tiempo de ideas innovadoras y creativas para salvar a nuestros pueblos de tanta miseria moral.

Estamos en la etapa intermedia de este siglo, rico en toda clase de trágicas experiencias y de intrincados procesos políticos. Entendemos que ha llegado la hora de coincidir bajo las grandes verdades en la que la libertad es la primera entre todas esas verdades. En la medida en que el tiempo y los sucesos confirmen el buen tino del rumbo de las democracias, el ciudadano de una sociedad libre, como individuo, debe tener en cuenta y saber lo que esta escogiendo y la de imponer sus propias normas después de un análisis critico al que tiene derecho. Esto no elimina el papel de los lideres ni su responsabilidad por las decisiones que tomen, y el debate democrático que deberán enfrentar para salvar a sus pueblos. La batalla ha comenzado, un pueblo no puede ser feliz si no es instruido, de ahí que nuestra lucha sea mayor cada día y posiblemente mas riesgosa a cada instante en defensa de la libertad como compromiso de sociedades libres y abiertas.

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El Lic. Mario Marenco Sosa, es el Presidente del Centro Latinoamericano De Desarrollo
(CELADE), radica en Montevideo, Uruguay.