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Entre Coll y Coll hay preguntas sin respuesta.
Por Lázaro González Valdés*

Nadie sospecharía si el exiliado Troncoso Manosuelta, limpia pisos por cuenta propia, viaja de Hialeah a La Habana para tener sexo con su amiga de la infancia Priscila Tumbafula. Si la cita ocurre tras la muerte accidental de la hija de Troncoso éste podría ser calificado de “mal padre”, “perturbado mental”, “inmoral”… pero sería infundada cualquier suspicacia que señale al individuo como colaborador de los servicios de inteligencia castristas.

Por el contrario, si quien viaja a Cuba fue “subsecretario de Defensa para conflictos irregulares y fuerzas especiales”, hoy por hoy es “considerado un estratega de seguridad nacional” que se desempeña como “jefe del Departamento de Investigaciones Estratégicas del Naval War College y (también es) reconocido experto en asuntos cubanos”, tratar de presentarlo como “mal padre”, “perturbado mental” o “inmoral” fomentará los justos recelos del público interesado, cuyo derecho a saber reclama respuestas convincentes para las incógnitas originadas por el caso Coll.

Según El Nuevo Herald, “Alberto R. Coll… será sentenciado el 7 de junio en un tribunal federal de Rhode Island, por mentir a las autoridades sobre sus propósitos de viajar a Cuba”.

Por su parte el abogado de Coll, Francis J. Flanagan, declaró: “Este es un caso simple y mi cliente ha aceptado su responsabilidad… Él se encontraba atravesando entonces por una profunda depresión (causada por la muerte accidental de la hija de 18 años en junio de 2003) y sintió que quería ir a su país de origen”.

De acuerdo a la versión de El Nuevo Herald, “Coll viajó a La Habana en enero de 2004 para visitar a una supuesta tía enferma, pero en realidad iba a encontrarse con una amiga de la infancia con quien tenía una relación romántica”.

Analizando esta información el caso podría no ser tan simple como dice el abogado de Coll porque si en verdad éste necesitaba reponerse de la depresión causada por la muerte de su hija es absurdo (e improbable) que el alivio para dicha crisis se halle en mentirle a las autoridades de su gobierno para viajar a país gobernado por grupo terrorista y encontrarse con la amiga o amante. Demasiado riesgo para alguien con el nivel de Coll quien accede a información clasificada como confirmó Susan Haeg la portavoz del Naval War College.

Versión creíble es que Coll hubiera solicitado la ayuda de un profesional de la medicina (siquiatra o psicólogo) para combatir la “profunda depresión” y hasta es comprensible que el hombre se hubiera lanzado en brazos del alcohol luego del tremendo golpe que es para cualquier padre la pérdida de un hijo.

A pesar de la poca información confirmada y de la insuficiencia de muchos medios de prensa (por lo general propensos al sensacionalismo y carentes de investigaciones a fondo), las contradicciones suscitadas en el caso Coll refuerzan mi opinión de que los servicios de inteligencia estadounidenses andan mal de salud no obstante los esfuerzos del presidente George W. Bush por curarlos.

Para constatar la aseveración anterior basta con tener en cuenta los siguientes aspectos:

Todo personal con acceso a información clasificada, todo analista, todo académico, todo ex funcionario será indefectiblemente objeto de la acción de los órganos de inteligencia del enemigo y el régimen castrista no se esconde para echar leña al horno antidemocrático y antiamericano. Por tanto, la presencia de Coll en Cuba es asunto de interés priorizado para la Dirección General de Inteligencia (DGI), hecho que al mismo tiempo evidencia lo inconsistente de los planteamientos del abogado Flanagan cuando “negó rotundamente que esta mujer (la amiga o amante de Coll) fuera funcionaria o agente cubana” y cuando asegura que este asunto “no tiene que ver con espionaje o ninguna de esas fantasías grotescas”. Además, estas afirmaciones son increíbles por otras realidades: el abogado no es experto ni fuente confiable en temas de inteligencia y su trabajo consiste precisamente en parcializarse a favor de su defendido.

Otra incógnita a despejar es quién autorizó el viaje de Coll a Cuba por motivo tan superficial como la enfermedad de un pariente cuya relación con él no es de primera línea de consanguinidad.

De igual modo la autorización de viajes a Cuba por motivos académicos es injustificada si se tiene en cuenta que las universidades son exclusivas de los “revolucionarios” y a estas alturas del juego los funcionarios estadounidenses deberían saber que eso equivale a ser o fingir ser comunista.

Estas contradicciones de procedimiento quizás motivaron a la fuente “congresional” y anónima de Washington que declaró a El Nuevo Herald: “Esto es algo más que un viaje a Cuba… no descarto que pueda ser una nueva versión del caso Ana Belén Montes”, la espía comunista en el Pentágono que cumple prisión desde que la condenaron en 2002.

La seguridad de Estados Unidos de América es vital para el futuro de las democracias. La DGI castrista lo sabe y es por ello que no escatima recursos ni estratagemas para penetrar al máximo el gobierno, sus instituciones, los grupos de la sociedad civil, las universidades, las iglesias, los medios de prensa y la sociedad estadounidenses.

Ahora la ofensiva de los comunistas no es con lanza cohetes BM-21, ni con AK-47, ni con lanza granadas RPG-5. La modalidad consiste en aumentar la penetración ideológica y descerebrar a la juventud (lo que destruye a la sociedad en su base misma) con drogas ya sea provenientes de los mega cultivos de las guerrillas colombianas o de los micro organopónicos ocultos en las barriadas de Miami pues recordemos que la juventud (con la sabiduría de los viejos) es quien hace avanzar a las naciones. Este método ofensivo es como el renacer del “camino de Yerán”, aquel plan de Mao Tse Tung para fomentar todo tipo de corrupción en los países democráticos y hacerlos caer en la red totalitaria.

Por supuesto, incrédulos como el abogado Flanagan se niegan a ver este plan de conquista y repetirán que los anticomunistas padecemos de “fantasías grotescas” del mismo modo que la portavoz del Naval War College, Susan Haeg, insiste en que lo de Coll es “un asunto civil, no militar”.

Por mi parte creo que hay un conjunto de incógnitas que despejar en el caso Coll. También espero que algún día haya explicaciones lógicas que le permita saber al público, pongamos por ejemplo, para qué y por qué ex oficiales de la DGI y otros colaboradores del castrismo son autorizados a viajar por el sorteo de visas a Estados Unidos de América o recibidos normalmente cuando arriban a este país en embarcaciones o a través de otros países. Hasta se comenta que los hay trabajando en puestos relacionados con agencias del gobierno como Radio Martí, lo que personalmente no he podido confirmar pero estos ruidos por lo general provienen de las piedras que arrastra el río de los desaciertos.

Necesitamos saber… porque entre Coll y Coll hay preguntas sin respuesta.


*Lázaro González Valdés, Exprisionero político en Cuba, fue uno de los cinco ejecutivos principales de Concilio Cubano y fue detenido durante la ola de arrestos que fue causa parcial de la no celebración del Concilio Cubano en 1996. Actualmente reside en Miami y continua contribuyendo a la causa de la libertad de Cuba, dirige la página de Internet Semanario a Fondo.