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Artículos
Al general Máximo Gómez.
Por Luis Tornés Aguililla.
Al regresar de Cuba, los pobres diablos que navegan
entre dos aguas, siempre cuentan que ahora « casi no hay apagones en la
capital », que « la gente se viste mejor », que « ahora nada es
comparable con lo que siguió el derrumbe del campo socialista ».
« A mí lo que me gusta es sentarme en el Parque Céspedes y tomarme una
cervecita con los socios…. » - me dice un músico cubano de paso por
Europa – y, al escucharlo, me brotan en la mente los latigazos de Máximo
Gómez, él que fue de Baní a Cuba a liberar al siervo y al buen Pedro. ¡
A los dos !.
Esos navegantes sumergidos que van y vienen nunca dicen la verdad porque
olvidan que en Cuba está prohibido escribir o decir en público algo
contrario al gobierno y esa tropa, muchas veces hasta ignora la
existencia de los presos políticos, de los actos fascistas en la vía
pública y del absoluto desprecio de la Banda Armada habanera ante los
reclamos pacíficos de libertad y de democracia de los cubanos sin miedo.
Los que sólo aspiramos a podernos mirar en un espejo, hurgarmos con
desmedido placer en el realismo profético de Máximo Gómez, un hombre
ante el cual no había pachanga ni tono alto con adornos barrocos.
Francia. Junio, 2007
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