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Artículos
Llueve, llueve más que sobre mojado...
Por Iria González-Rodiles
...Y no me refiero a los aluviones, provocados por el mal tiempo, en New
Orleans, Centro América o en Port de la Selva, localidad de la provincia
española Girona, sino a los últimos acontecimientos que han tenido lugar,
precisamente, en España, y con más exactitud, en Salamanca. (Sin
equívoco: hablo de la Cumbre Iberoamericana realizada allí; no del
pueblo, ni de su prestigiosa Universidad, ¡sálveme Dios!).
Mas, visto el caso, un símil entre los recientes sucesos de Salamanca y
las catástrofes naturales, no andaría mal encauzado. Cierto tejemaneje
emanante de la Cumbre, relativo al tema cubano, es comparable al
deslizamiento de tierra que parte desde la cima hacia las llanuras:
sepulta todo lo demás. O a las personas arrastradas por la corriente de
agua, sin un gesto contrario. O a las inundaciones que cubren lo que no
deben.
Así, los mejores propósitos alcanzados por la Cumbre se ensombrecen
cuando entra en el juego la añeja, la π (constante) problemática cubana.
Dicho del mismo modo –confuso, enredado— con que se perciben los hechos:
“formóse en las alturas mezcolanza tal, de empeños opuestos,
irreconciliables, que no hay quien se trague en las planicies el mejunje,
la pócima, el brebaje resultante”.
Sí, la pobreza y el terrorismo –como bien declaran los ‘cortesanos’ de
la Cumbre— son dos horrendos enemigos de la humanidad. Pero, las
dictaduras ¿no? Y los países totalitarios, ¿no? Y los comunistas, ¿no? Y
los estados policiales, ¿no? Porque la miseria y el terror se adhieren a
cada una de estas monstruosidades.
Así, al inicio de los trajines propios de la conferencia iberoamericana,
los mandatarios se proponen abandonar la retórica de las Cumbres
anteriores... y terminan el encuentro lindando en la demagogia, al
calificar de “discusión lingüística” lo que, en realidad, no son más que
posiciones timoratas: un embargo no es lo mismo que un bloqueo, ‘ni en
este, ni en el otro velorio’, digo, ni en esta cumbre, ni en las otras.
Como ellos jamás –dados su rango y nacionalidad— han vivido dentro del
sistema cubano de manera directa, ni en los “bajíos” de la sociedad
cubana, desconocen que en Cuba es posible consumir comida, medicinas,
cigarrillos, bebidas... ‘made in USA’ o en otras naciones democráticas,
siempre que se posea la moneda “del enemigo”, es decir, el dólar. No
saben –o quieren omitirlo— que para los extranjeros, la élite gobernante,
el séquito y los secuaces privilegiados, ‘hay de todo, como en botica’.
Un bloqueo, distinguidos señores, presupone ‘’el cerco que corta todo
género de comunicaciones y abastecimientos provenientes del exterior’’.
¿Dónde está ‘el corte’ sino dentro de la propia Cuba? Porque en la isla
el cerco está tendido –y bien hermetizado— para impedir a sus ciudadanos
la libertad de movimiento, de asociación, de empresa, de expresión, de
intercambio de información, de todo lo que que huela distinto al esquema
gubernamental... y porque la yuca, la malanga, el ñame, el boniato, los
calabaza, el maíz, los frijoles, forman parte de una larga lista de
productos, cuya importación es innecesaria: cualquier grano vegetal se
reproduce con facilidad cuando cae en la fértil tierra cubana. Muchos de
estos alimentos eran consumidos por los negros esclavos que los
colonizadores españoles trajeron de África, e incluso, en la Cuba
precolombina integraban la dieta alimentaria de la población indígena
exterminada por los descubridores ibéricos. Por demás, estos alimentos
proliferaron en la isla caribeña antes de que se desatara la debacle de
nuestros tiempos. (Por favor, demócratas desmemoriados, ¡el sistema
socialista nunca ha sido exitoso! ¡No le echen más la culpa al
imperialismo, por favor!).
Ahora bien, la democracia es la democracia. Y si el asunto es
pronunciarse contra el embargo –por conveniencia o antinorteamericanismo
—, su derecho tienen los mandatarios. Pero, si la convicción y la pureza
promovieron el acuerdo de “condenar el bloqueo”, al menos, debían
expresarse de forma más completa, con el mismo equilibrio de Su Santidad,
el Papa Juan Pablo II, en sus palabras dirigidas a los obispos cubanos
durante la visita ad Limina Apostolorum, donde junto a la reprobación de
“las medidas económicas restrictivas impuestas en el exterior” (el Papa
sí define adecuadamente al embargo), solicitó a la par que “los derechos
(humanos) deben ser considerados integralmente, desde el derecho a la
vida del niño aún no nacido, hasta la muerte natural, sin que pueda
excluirse ningún derecho individual o social, ya sean los derechos a la
alimentación, a la salud, a la educación, ya sean los derechos a ejercer
las libertades de movimiento, de expresión o de asociación”.
Por otra parte, si se pretende una nacionalidad hispanoamericana, como
anuncia la Cumbre, recuerden, señores mandatarios, a los presos
políticos y de conciencia cubanos que aún se pudren en las cárceles
cubanas y que son ciudadanos hispanoamericanos, también. Sobre la
injusta prisión que sufren, tendrán que pronunciarse las Cumbres,
entonces, o la preocupación manifestada respecto al daño producido por
el embargo, perderá toda su posible credibilidad.
Recuerdo una cita del padre Félix Varela donde aseguraba que “los
mandarines, si no son ya dictadores, están locos por serlo”. Detrás de
cualquier tipo de sustento a una dictadura, puede esconderse la añoranza
de lo que se quisiera haber sido y no se ha podido ser.
El lema de la prestigiosa universidad española me evoca un tanto la
reacción de la Cumbre hacia el eterno conflicto cubano: “Los mandatarios
reunidos en Salamanca, no pueden darnos lo que Natura no les ha donado”.
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