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Permisos, licencias, ¿libertad?
Por Iria González Rodiles

Alguien aquí me ha dicho, “réstale los 7 presos que soltaron”, mientras mira en la solapa de mi blusa una banderita cubana con el ‘75’ superpuesto. Y me lo dice con alegría.

No. Si la libertad se condiciona, no es libertad. Ni indulto, ni excarcelamiento. Ninguno de estos términos es adecuado para los últimos aconteceres político-penales en Cuba. Mucho menos amnistía; ni siquiera solapada, como sucede cuando no quiere cederse, con explicitud, en posturas arbitrarias que mal llaman leyes o “principios”.

Se trata de presos de conciencia –víctimas de la ola represiva de marzo del año pasado— a quienes el gobierno cubano ha concedido “licencias extrapenales” por incuestionables motivos de salud, pero bajo vigilancia y previa advertencia: prohibido “reincidir“ en el ejercicio de la libre expresión; de lo contrario, para la celda otra vez.

Es probable que las “licencias extrapenales”, concedidas por el gobierno de la Isla a varios disidentes, intenten evitar otro escándalo internacional, mayor aún al que se produjo durante la “la primavera negra” del 2003, donde fueron condenados a exorbitantes años de cárcel 75 librepensadores.

Quienes llegaron enfermos a prisión, allí se agravaron; quienes llegaron sanos, se están enfermando. Era de esperar, porque si fuera de las rejas la calidad de vida del cubano anda por el suelo, ¡cómo andarán las cárceles! Así las describe Manuel Vázquez Portal –quien recibió la “licencia extrapenal” por estos días— en carta escrita desde su celda:

“Para qué decirte que vivo en una pocilga, si Cuba entera es un chiquero; para qué decirte que la prisión es sórdida, asqueante, si Cuba entera es una cárcel; para qué decirte que los presos mueren de hambre si Cuba entera dormita con el estómago estragado; para qué decirte que vivo bajo una represión constante, si Cuba se desangra aprisionada por un cepo de hierro (...) porque es Cuba quien languidece, adelgaza, se muere”.

Además de incrementar el rechazo y la condena mundiales, si por desgracia ocurriera en prisión el deceso de alguno de los 75, empeorarían el aislamiento y el deterioro de la imagen pública gubernamental cubana, ya bastante arruinada, incluso, ante las tendencias “izquierdistas”. Y así sucedería, sencillamente, porque ellos, los 75, no deben estar entre rejas, ni condenados a tan excesiva cantidad de años.

Pero de acuerdo a los últimos acontecimientos, tal parece que los gobernantes cubanos han sido bien aconsejados, en la esfera internacional, por otros colegas y mandatarios afines que desean mejorar la deprimida imagen del ‘socialismo irrevocable’ y, por supuesto, los bolsillos de los inversionistas extranjeros en la Isla.

Así las cosas, es posible que el gobierno de Cuba conceda más “licencias extrapenales”, aunque refunfuñando, dentro de su habitual rigidez e intolerancia. De todas formas, bienvenidas sean, en consideración a los presos y sus familias, a nuestros colegas y amigos.

A pesar de los pesares, hay que reconocer que las llamadas “licencias extrapenales” sorprenden un poco, dada la acostumbrada obstinación de la política gubernamental de la Isla, pero, en realidad, son como “curitas” que alivian, pero no sanan; ni siquiera implican una señal de distensión.

El capítulo del ‘gorilazo’ contra los 75 disidentes bien debía cerrarse ya con la libertad de todos estos presos. Y para el bien de todos. En definitiva, el dictador Fulgencio Batista y Zaldívar –monstruo horrendo, según Castro— no soltó ‘buchito a buchito’ a los presos políticos que realizaron –encabezados por el mismo Castro— una acción sangrienta, armada, contra el Cuartel Moncada, a pesar del luto y el dolor que trajo para las familias cubanas de ambas partes contrincantes. No es el caso de los 75. Todos son pacíficos; no han realizado acción violenta alguna. Antes bien, han sido víctimas de la violencia.

No, no hay que restar las siete “licencias extrapenales” al ‘75’ superpuesto en la banderita cubana prendida de mi solapa. Antes bien, hay que sumarle otros innumerables presos políticos, olvidados por el mundo en las cárceles cubanas. Y añadirle, también, incontables ciudadanos, porque en Cuba se está preso hasta en la calle.

Suiza, Agosto 1, 2004