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Artículos
El Coronel y el Comandante.
Por Huber Matos A.
Hugo Chávez quiere convencernos de una
farsa: de que es el profeta del socialismo del siglo XXI, el defensor de
los pobres del continente y el enemigo acérrimo del imperialismo
norteamericano. El es el ungido heredero de Fidel Castro y el creador
del proyecto económico que salvará a Latinoamérica. En realidad, Chávez
está empleando la retórica desprestigiada y los resentimientos de la
izquierda demagógica para desviar la atención del mundo entero mientras
ensambla, cuidadosamente, un régimen en Venezuela que lo mantendrá toda
la vida en el poder.
Fidel Castro, que en agosto cumple ochenta años, quiere convencernos
también de que Chávez es su discípulo, el hombre que llevará adelante la
bandera revolucionaria cuando él muera. A Castro lo que le interesa es
el petróleo subvencionado de Venezuela y que Washington desvíe sus
preocupaciones hacia Chávez. El tirano quiere que lo dejen tranquilo en
Cuba en sus años de mayor vulnerabilidad. Después, cuando él muera, ¡que
arda Troya!
El petróleo venezolano ha evitado el colapso del régimen castrista.
Chávez lo financia generosamente a menos de la mitad del precio que en
el mercado mundial. Para fines del 2006 el investigador y economista
Carmelo Meza Lago estima que el déficit acumulado entre los dos países
será de 3500 millones de dólares a favor de Venezuela. Castro no tiene
la menor intención de pagar, ni la debilitada economía cubana tiene los
recursos para hacerle frente a tal situación.
Es la simbiosis de dos oportunistas que están ganando tiempo. Mientras
se discute si Chávez está o no loco, si está dilapidando el dinero de
los venezolanos financiándole a los sandinistas su campaña electoral con
petróleo subvencionado, o repartiendo combustible en los barrios pobres
de los Estados Unidos, Chávez está montando su maquinaria represiva con
la ayuda de los experimentados represores cubanos que fueron alumnos
aventajados de la difunta KGB soviética.
No importa que para mantener al mundo entretenido les cueste a los
venezolanos unos cuantos miles de millones de dólares. Entre insultos al
presidente Bush, a Toledo en Perú, a Fox en México, o al candidato de
cualquier país que rechace sus intromisiones en la política nacional, un
buen porcentaje de venezolanos se mantienen hipnotizados por este
coronel golpista convertido en presidente y aspirante a dictador
vitalicio. Cuando el mundo se dé cuenta, y cuando los venezolanos que
están en trance despierten, será demasiado tarde.
La inminente invasión norteamericana es parte importante de esta trama.
Con ella se justifica la organización de la milicia que se entrena para
presuntamente defender la soberanía venezolana, la compra de miles de
fusiles AK47, los aviones, helicópteros y barcos de guerra. Todo esto es
parte de la camisa de fuerza que se teje en las sombras para inmovilizar
al pueblo venezolano cuando éste quiera reclamar sus derechos.
Y ya cuando sea demasiado tarde las naciones industriales más importante
del mundo democrático seguirán haciendo negocios con Chávez argumentando
que una política de diálogo constructivo tiene más posibilidades de
influir en el régimen venezolano que una de confrontación.
Quisiéramos creer que no está ocurriendo en Venezuela lo que sucedió en
Cuba. Como, un pueblo cautivado por la demagogia, que ahora la prensa
democrática occidental llama elegantemente “populismo”, fue primero
víctima de su inmadurez política, de una conspiración maquiavélica, de
la falta de unidad de sus políticos de oposición y de la complicidad e
indiferencia del Occidente democrático.
San José, Costa Rica.
Mayo 23 de 2006.
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