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El embargo y el modelo chino.

Por Orlando Fondevila.

En los últimos tiempos se ha puesto de moda entre los interesados en el drama cubano, y sobre todo entre esa sub-especie intelectual que se conoce como “cubanólogos”, la discusión acerca de la posibilidad de una sucesión en Cuba, con la aplicación de un denominado modelo chino. Al respecto, el pasado 26 de Octubre, tuvo lugar en Madrid un Seminario patrocinado por USAID y el Institute For Cuban and Cuban- American Studies, de la Universidad de Miami. Precisamente el tema del Seminario era “Cuba: ¿Sucesión o Transición?”. En el curso del mismo hubo dos intervenciones que, desde mi punto de vista, merecen especial atención. Me refiero a las realizadas por los señores Hans de Salas- del Valle, investigador del ICCAS, de la Universidad de Miami, y el señor Javier Sandomingo, director de Iberoamérica del Ministerio de Asuntos Exteriores de España.

El señor Hans de Salas, según la grabación a la que podemos acceder en la Web de la Unión Liberal Cubana, consideró como casi absoluta la probabilidad de que en Cuba, a la muerte de Castro, se produzca una sucesión, la cual adoptaría, de alguna manera, un modelo social aproximadamente similar al chino o vietnamita. Se mostró radicalmente pesimista sobre la posibilidad de una transición democrática, al menos en el futuro cercano o mediano. Es más, llegó a pronosticar que en más o menos poco tiempo, algún representante de esa sucesión cubana sería recibido en la Casa Blanca, tal y como ya ha ocurrido con gobernantes del actual Viet- Nam. El investigador académico declara percibir un gran escepticismo y una clara despolitización en las nuevas generaciones de cubanos. Este dato lo sustenta en innumerables entrevistas realizadas a cubanos jóvenes recién llegados a los Estados Unidos. Lamentablemente este punto de vista es sostenido por muchos otros académicos e intelectuales, es decir, cubanólogos. Incluso –lo cual es peor- hay unos cuantos que, no es que lleguen a estas conclusiones mediante análisis académicos (a nuestro juicio equivocados), sino lo que es peor, estimulan todo cuanto pueden este pesimismo. En este último caso seguramente nos encontramos con quienes están deseosos de que ocurra esa tranquila sucesión para que así se abran tal vez algunas posibilidades de negocios para ellos mismos. Se sabe que algunos ya en el pasado han hecho negocios con altos personajes de la nomenclatura, pero ese es otro tema.

Si nos atuviéramos a los fríos datos observables superficialmente, o a los instrumentos de análisis que suelen emplear los académicos, ciertamente las conclusiones serían poco alentadoras. Por suerte no son los académicos quienes conducen las transiciones o los cambios históricos, y las ciencias sociales son bastante buenas para pronosticar...el pasado. Ya en otras ocasiones he recordado una aleccionadora anécdota de Martí (Martí no suele agradar a los cubanólogos) en la que un adversario ideológico –José Antonio Rodríguez- le espeto: “usted está loco, en Cuba no se ve a nadie interesado en promover una nueva guerra”, a lo cual Martí respondió: “Tiene usted razón, lo que ocurre es que usted sólo ve lo que está en la superficie, mientras yo estoy viendo lo que bulle en el subsuelo”. Por supuesto, los cubanólogos de entonces, los académicos y los intelectuales (agrupados en su mayoría en el Autonomismo) se equivocaban.

Es obvio que nadie tiene información sobre el futuro. Por supuesto que en teoría el abanico de posibilidades es amplio y en cierto modo inescrutable. Al día de hoy lo que observamos en el régimen (Castro y su grupo de cómplices) es un atrincheramiento en las posiciones más obscenamente duras, como si se prepararan para una sucesión apuntada no al modelo chino o vietnamita, sino al coreano. ¿Tienen estos modelos de sucesión posibilidades? En teoría sí, pero depende. ¿Y de qué depende? Pues depende de nosotros los cubanos, de los opositores dentro de Cuba y del exilio. Y aquí quiero insistir en que la gran baza para impedir que eso ocurra se halla parcialmente en nuestras manos: el mantenimiento del embargo norteamericano al régimen. Y digo parcialmente en nuestras manos, porque el embargo existe porque los cubanos tenemos poder en Estados Unidos y en su Congreso. En el momento que el embargo sea levantado y Castro o sus sucesores consigan ese triunfo político y esa legitimidad añadida, y sobre todo, en el momento en que tengan acceso a los créditos del Gobierno de Estados Unidos y de los organismos internacionales y reciban los ingresos millonarios del turismo norteamericano, en ese mismo momento estaría garantizada la sucesión, con modelo chino, vietnamita o coreano. Apoyar e impulsar hoy un verdadero cambio hacia la libertad y la democracia en Cuba, pasa por apoyar el embargo. Y apoyar por todos los medios posibles a la oposición interna. Todo lo demás, en la más suave calificación es, perdónenme la expresión, pura pendejada.

En este punto quiero detenerme. Algunos que tienen la certeza de la importancia del embargo, sin embargo mantienen una cierta actitud vergonzante ante el mismo y, ante la presión mediática en contra, no lo defienden abiertamente, se repliegan, y comienzan a decir que “en la práctica el embargo no existe, porque Cuba comercia con todo el mundo, incluyendo los propios Estados Unidos”. En fin que el embargo es inoperante y es solo una medida simbólica. Otros se le oponen abiertamente, argumentando su fracaso, así como servir de “coartada propagandística del régimen”. Y otros atacan la medida porque, afirman, lejos de dañar a la tiranía, aumenta las penurias del pueblo cubano.
Pues no. El embargo sí existe, y el hecho de que el régimen pueda comprar alimentos y medicamentos en Estados Unidos, pagando al contado, no lo invalida. Lo principal es que el régimen no tenga acceso al gran mercado norteamericano, a los créditos y al ventajoso turismo estadounidense, todo lo cual le proporcionaría ingentes recursos que servirían para consolidar la tiranía. Si el castrismo ha tenido que sobrevivir agónicamente y no ha podido hacer aún más daño internacionalmente, es precisamente porque no ha contado con los recursos necesarios. El exilio cubano y sus representantes en el Congreso norteamericano se lo han impedido. En este sentido el embargo ha sido un éxito, y lo será aún más para impedir la continuación ilo tempore de la tiranía. Para que puede ocurrir una genuina transición, o mejor, un cambio hacia la libertad y la democracia.

El argumento de que el embargo proporciona una coartada propagandística al régimen es, cuando menos, sencillamente pueril. Un régimen totalitario como el cubano, o como el nazi o el soviético en el pasado, que viven entre otras cosas de la propaganda, siempre encontrarán la coartada. Y siempre encontrarán académicos e intelectuales que les defiendan. De cualquier manera, los García Márquez, o Pérez Esquivel, o Saramago, son irrelevantes al lado de Heiddeger, H.G.Wells, Bernard Shaw y otros grandes deslumbrados por los totalitarismos de otros tiempos.

El señor Javier Sandomingo, en el encuentro organizado en Madrid por la Universidad de Miami al que he hecho referencia, un poco perdió los papeles y se mostró nervioso –el dijo “perplejo”- ante las críticas que recibió la actual política de rendición preventiva del gobierno español hacia la tiranía, disfrazada de “diálogo críticos”. Muy enfadado acusó a otras políticas de más de 40 años (en referencia al embargo) y que según él habían fracasado. Por lo que no entendía que no se diera tiempo a la nueva política española, que al menos había conseguido liberar a algunos prisioneros políticos. En cuanto al supuesto fracaso del embargo ya he apuntado mis opiniones, Pero es más, durante muchos años, cuando Castro recibía a chorros el pago soviético a sus aventuras, pudo capear la presión del embargo. Después, cuando sobrevino el desplome comunista, el embargo no consiguió sus máximos objetivos debido a que España, Europa y Canadá corrieron indecentemente a dar oxígeno a la tiranía. Oxígeno que para nada ha aliviado las penurias del pueblo cubano, pero sí ha servido para que Castro mantenga su aparato de control esclavista de la sociedad y sus aparatos de represión y propaganda. Esta ha sido la consumación de una de las más despreciables traiciones de Occidente a la Libertad.

Libertad, una palabra poco frecuente en la izquierda, como tampoco muy usual entre académicos y “cubanólogos”. Ya el escritor chileno Carlos Franz nos desvelaba en un artículo publicado en El País, que en la reciente siniestra Cumbre de Salamanca, no se mencionaba en su Declaración de más de 3000 palabras ni una sola vez la palabra Libertad. Quienes piensan en el modelo chino o vietnamita para Cuba, y aún más quienes lo defienden abierta o disimuladamente, creen que los cubanos nos conformaremos con un poco más de arroz con frijoles. Sería bueno recordar que los criollos y los esclavos (que comían mejor que los cubanos de hoy) del siglo XIX, no se rebelaron y fueron al sacrificio de la guerra por un poco más de arroz con frijoles, sino por la LIBERTAD. Quienes creen que ahora nos conformaremos con menos, es que nos desprecian demasiado. O no nos conocen.

Es responsabilidad del exilio cubano no decaer. Multiplicar sus esfuerzos en el apoyo al embargo y en hacer pedagogía con los confundidos y en desenmascarar a los apaciguadores. Es su responsabilidad igualmente apoyar sin reservas a los valientes opositores al interior de Cuba y a los presos políticos y sus familiares. Ellos representan lo mejor de Cuba y constituyen la punta del iceberg de los millones que se sumaran a la causa de la Libertad llegado el momento. Todo lo demás es complicidad, por acción u omisión.