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Artículos
El árbol y las nueces.
Por: Orlando Fondevila.
La metáfora del árbol y las nueces se emplea con frecuencia en España.
Significa que mientras unos hacen el trabajo sucio, los otros,
refugiados en una actitud marcada por la hipocresía y la doblez, les
dejan sacudir el árbol a otros para después recoger ellos las nueces. En
España se emplea esta metáfora para referirse a la conducta del Partido
Nacionalista Vasco con respecto a ETA. Los terroristas harían el trabajo
sucio del cual se estaría aprovechando el PNV. Ambos coinciden en la
pretensión de desguazar España. Pero eso es otro tema.
Tomemos prestada la metáfora. Gran parte de la izquierda supuestamente
“moderada” o “moderna”, en todas partes, tanto en América Latina, como
en Europa o los propios Estados Unidos, comparte, ya lo hemos apuntado
reiteradamente, el mismo sentimiento de odio a Estados Unidos, a lo que
representa Occidente, a los valores liberales (en el sentido europeo) de
libertades individuales, democracia, respeto a la propiedad privada.
Pero esa izquierda “moderada”, profundamente farisaica, demagoga y de
tuétano pusilánime (perdón a los puristas por tantos calificativos) no
se ensucia las manos. Prefiere las delicias del buen vivir, mientras
hace de la vista gorda y estimula a los otros, a los militantes más
fanatizados, para que sean quienes se manchen las manos y enronquezcan
gritando sus delirios. Para que se manchen las manos, de sangre o de
tinta, con el kalasnikov o con el bolígrafo de oro. Reprimiendo o
firmando manifiestos, según el caso, da igual. O con ambas cosas.
La tiranía castrista ha sido y continúa siendo por casi medio siglo, el
buque insignia de la tropa de avanzada para el trabajo sucio de la
izquierda. Los otros, los “moderados”, se sirven de ese trabajo, toman
whisky y se entretienen en ofrecer, a los chicos de los paredones, de
las cárceles y de las torturas, las coartadas, las excusas y los apoyos
para que puedan seguir haciendo su trabajo. Precisamente, los
“moderados” siempre tienen a mano a algún intelectual o académico,
farandulero o famosillo dispuesto al juego. Siempre hubo un García
Márquez, un Sartre o una Jane Fonda. Siempre hay un Saramago, un
Chomsky, un Oliver Stone o un destacado futbolista-drogadicto. Y claro,
políticos, por ejemplo un Felipe González antes o un Zapatero hoy; o un
Carter antes y un Jesse Jackson siempre. Son sólo ejemplos, porque la
lista de la infamia es demasiado larga.
¿Es necesario que recordemos los miles de fusilados del pasado, los
decenas de miles de presos, los perseguidos y humillados de siempre?
Hablemos del presente. De hoy mismo. Más de 300 presos políticos, entre
ellos periodistas, profesionales, verdaderos intelectuales, trabajadores,
activistas pro derechos humanos y pro democracia, todos personas de bien
que en cualquier país decente serían un orgullo para la sociedad. Miles
de presos sociales, como los jóvenes encarcelados por “peligrosidad”, La
mayoría jóvenes humildes sin futuro, la mayoría negros y mestizos.
Millones viviendo en la miseria y la opresión, soñando con escapar de
ese modelo del infierno que es el castrismo. Una sociedad militarizada y
organizada bajo el canon del terror.
Castro y su pandilla, sufriendo el espejismo de los petrodólares del
“gorila rojo” y de la ola de repulsivo populismo latinoamericano que
ellos promueven, de los mercenarios que, ellos sí, financian y entrenan,
y aprovechando el complejo y enrarecido panorama internacional, intentan
liquidar a la oposición cubana. A la de dentro de la Isla, empleando en
todo su rigor las clásicas recetas del terror comunista. Y al exilio
indomable, al exilio único en la historia que no se ha rendido, ni
desfallecido, y que no renuncia a reconquistar la patria y la libertad
que le robaron, a ese exilio pretenden desactivarlo a través de la
descalificación. Usando a la izquierda “moderada” como portavoz
repetidor de sus consignas, y valiéndose incluso de algunos cubanos
débiles intelectuales y menesterosos de espíritu, buscan hacer un juicio
político que condene al exilio, que condene a las víctimas y legitime a
los verdugos.
Que nadie lo dude. Esa es la vileza que está detrás de la propaganda
para que liberen a sus espías y para que deporten a Posada Carriles. Si
los espías castristas son liberados, el mensaje sería el de que obraron
justamente porque el exilio es terrorista. Lo mismo si Posada Carriles
es deportado. Y es aquí que aparece la izquierda “moderada” para cumplir
su rol en el juego. Es aquí que aparecen los que se manchan las manos de
tinta firmando manifiestos, o ensucian sus lenguas con declaraciones,
todo para cubrir las espaldas a los que tienen manchadas las manos de
sangre. Unos y otros comulgando el mismo odio. Es aquí que entran en
escena los Insulza, los burócratas de la ONU, y el millar de rencorosos
que firman los Manifiestos que les dicta Castro. Criminales ellos
también, porque apoyar un crimen es ser criminal. Y criminales los que
callan, porque como dijera Martí, “ver en calma un crimen, es cometerlo”.
Sin duda vivimos momentos muy difíciles para nuestra patria. Por eso no
podemos ahora equivocarnos. Ni entretenernos con especulaciones
académicas o con tribulaciones arcangélicas. Los imperativos de la
realidad y de la lucha irrenunciable por la libertad de Cuba, son los
que son, y no los que quisiéramos. Tal vez hoy más que nunca el destino
de Cuba depende de que el valeroso e irreductible exilio mantenga su
compromiso y su firmeza.
Puede parecer un discurso grandilocuente o contrario a lo políticamente
correcto. Pero no es así. Es, aunque a muchos no les guste, nuestra
única alternativa. Nuestra lucha es de vida o muerte frente a quienes
sacuden el árbol y frente a quienes quieren beneficiarse de las nueces
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