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Artículos
La Política de Hoy y la Política de Mañana.
Por Orlando Fondevila
Aún no siendo muy optimistas parece evidente que no están lejos de
producirse acontecimientos importantes en Cuba. Esa sociedad agarrotada
se muere de asfixia y habrá, de alguna manera, un sacudimiento. De lo
que se trata es de que estemos preparados para lo que ocurrirá, que no
será sino una oportunidad. Está en nuestras manos aprovechar esa
oportunidad y hacer que las cosas ocurran en el sentido adecuado, es
decir, el sentido de la libertad y la democracia verdaderas. Se advierte
que un creciente número de cubanos, tanto dentro de la Isla como en el
exilio, trabaja para ello, busca soluciones y piensa estrategias.
Hay entonces, y es comprensible, debate de estrategias. Algunos piensan
que el debate no es pertinente . Unos, porque entienden la unidad como
un imperativo de la lucha opositora. Otros, porque simplemente defienden
su propia opción, a veces disimuladamente, y no admiten el debate. Por
supuesto que cierto grado de unidad sería bienvenido y fortalecería la
acción opositora. Pero no cualquier unidad y con cualquier estrategia.
No basta con denunciar algunas violaciones de derechos y conculcación de
libertades por parte del régimen. No es suficiente hacer una oposición “educada”,
en la que se llega incluso a hacer concesiones intelectuales al régimen.
A estas alturas es casi una traición (aún en el caso de que no halla
dolo) el pretender meras reformas o arreglitos menores a un sistema que
ha criminalmente arruinado a la nación y a los cubanos. Ese sistema debe
ser desmontado porque cualquier otro camino es una farsa y, repito, una
traición. ¿Tal vez les parece a algunos exagerado pedir simplemente la
libertad de TODOS los presos políticos, libertad para organizar partidos
políticos y otras organizaciones de la sociedad civil, libertad de
prensa y celebración de elecciones libres bajo estricta vigilancia
internacional, con la participación de TODOS los cubanos, vivan donde
vivan? No se trata de imponer ninguna opción al pueblo de Cuba, sino de
crear las condiciones genuinas para que sea justamente el pueblo el que
decida cómo quiere que sea la sociedad en la que vive. Sobre estos
principios puede estructurarse la unidad opositora.
Hay quienes piensan que el régimen no va a acceder a estas demandas y
entonces proponen como alternativa una política de rebajas. Coquetean
con lo que llaman reformas “graduales”, que todo se produzca bien
despacito (¿acaso otros 46 años?. Los hay que juegan con la idea de un
modelo chino, al que supuestamente sería proclive Raúl Castro y sus
generales millonarios. ¿Modelo sin libertades y derechos? También están
los que se ilusionan con la pretendida existencia de “reformistas”
dentro del régimen con quienes habría que pactar. Muy bien, de acuerdo,
pero primero tenemos que saber quiénes son (¿acaso los esbirros?) y qué
se va a pactar.
Por otra parte, ¿alguien ha visto alguna señal de estos “reformistas”?
¿No será mero pensamiento desiderativo? Entonces por qué apresurarnos a
perdonar por adelantado, y además sin ninguna baza a nuestro favor, ya
que todos nuestros angelicales opositores desdeñan el embargo y
cualesquier otro tipo de presión. Hasta hacen asco de los calificativos
fuertes y prefieren la elegancia retórica. Su única arma, su exclusiva
oferta es el diálogo. Por favor.
La política educada, el diálogo, la búsqueda de consensos y de pactos
conforman el estilo de la democracia. Esas deberán ser las formas y los
contenidos de nuestra política mañana. En la política de hoy, cuando,
como dice mi amigo Adolfo Rivero Caro, se “vive bajo una dictadura que
mata, reprime y viola todos los derechos humanos de su pueblo, uno no
tiene adversarios, sino enemigos”. No hay que temer a la rudeza cuando
la ejercemos moralmente. Y es que, además, no hay otro camino, el
enemigo no nos da alternativas. Cualquier otro discurso nos conduciría a
la anestesia moral de nuestro pueblo. Un pueblo ya suficientemente
anestesiado y escéptico por tantos años de tiranía totalitaria.
Por eso, sí tenemos que debatir sobre estrategias. Por eso rechazamos a
los curanderos de la política opositora.
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