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Artículos
Pretextos.
Por Orlando Fondevila
Esta noche he tenido un sueño. Me encontraba en un bar con unos amigos
tomando una cerveza, cuando de pronto recibí por mi teléfono móvil una
llamada de Cuba. En verdad no me detuve a reflexionar cómo alguien me
podía llamar desde Cuba sin el consabido cobro revertido. Era una amiga
que me daba una gran noticia. No precisamente la Gran Noticia que la
mayoría de los cubanos estamos esperando, la fausta noticia necrológica.
No, no era eso, pero era una gran noticia. La voz nerviosa de mi amiga
me informaba que habían sido puestos en libertad todos los presos
políticos cubanos. Desgraciadamente se trataba sólo de un sueño. Y como
todo buen sueño fue breve. Desperté a la terrible realidad. La realidad
de que no hay día en que no recibamos noticias del horror en que viven
los prisioneros de conciencia cubanos. Son tantos los prisioneros y
tantas las violaciones que nuestra memoria falla. El control de nombres
y de horrores tiene que asumirlo la computadora. Nos tenemos, incluso,
que imponer la obligación de no acostumbrarnos.
Pero el tal sueño me hizo reflexionar. Muchas instituciones,
organizaciones y personas, algunas de ellas sinceramente preocupadas por
la tragedia de nuestro pueblo, con frecuencia claman por el
levantamiento de las sanciones económicas de Estados Unidos al régimen
de La Habana. Incluso se ha convertido en una especie de ritual que
supuestamente legitima las críticas al régimen por sus sistemáticas e
institucionales violaciones de los derechos humanos. Es, si se quiere,
una actitud un tanto vergonzante, es decir, yo condeno las violaciones
de la dictadura castrista pero también a los Estados Unidos; yo no soy
pro-norteamericano. De estas demandas, las que proceden de los amigos de
la causa de la libertad emplean, como uno de sus argumentos favoritos,
el de que el hipotético levantamiento de las sanciones quitaría al
régimen su pretexto preferido para justificar la represión y la falta de
libertades. Añaden que les sería mucho más fácil su labor de denuncia.
En esto último hay una contradicción porque se presupone que aún
levantando las sanciones habría algo que denunciar. Porque, además, no
creo que nadie piense que la dictadura dejaría de serlo si se levantan
las sanciones, por lo que no entiendo qué valor tendría el hacerlo.
Muy bien. Pero, ¿por qué no volteamos el razonamiento? Al día de hoy son
muchos, entre ellos antiguos amigos y valedores del castrismo, quienes
han decidido afirmar “hasta aquí he llegado”. La ética no les permite
aprobar que se encarcele a poetas, periodistas, opositores pacíficos.
Reconocen los que según ellos son “logros” de la “revolución”, pero
repudian las medidas liberticidas. Y entonces, me pregunto, ¿por qué el
régimen no libera a todos los presos políticos y les quita así el
pretexto a quienes le critican? Podría ser incluso con una condición, si
a algún disidente, poeta, periodista le sorprenden son un arma, con un
explosivo, organizando algún sabotaje, pues a la cárcel sin perdón.
¿Por qué el régimen no admite las libertades de expresión, de reunión,
de asociación, tal y como están consagradas en la Declaración Universal
de Derechos Humanos? Y al mismo tiempo ¿por qué no permite unas
elecciones libres y pluripartidistas? ¿O no es verdad que la abrumadora
mayoría de la población respalda la “revolución” según se constata por
los millones de firmas recogidas aprobando la inamovilidad del status
quo?
Si el régimen hiciera estas tres cosas: libertad de los presos políticos,
reconocimiento de las libertades de expresión, de asociación y de
reunión, y convocara elecciones libres y pluripartidistas, entonces sus
enemigos no tendrían pretextos para condenarles. Y entonces, tal y como
establece la ley, Estados Unidos estaría obligado a levantar las
sanciones.
¿Qué les parece? Como se podrá colegir, es muy fácil la solución para el
castrismo. Por qué no hacemos entonces una fuerte campaña en este
sentido.
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