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Artículos
Bush gana unas elecciones de infarto: Un
resultado que lleva al aislamiento de Zapatero.
Por Federico Quevedo
La mayor democracia del mundo celebró ayer
una jornada histórica para la libertad. En este país nuestro tenemos la
mala costumbre de criticar, por activa, pasiva y perifrástica, a los
norteamericanos y poner en duda la legitimidad de su sistema electoral.
Es cierto que se trata de un sistema algo arcaico, pero ha funcionado
durante siglos y nosotros, perdónenme, no podemos decir lo mismo. Con
todos sus defectos, Estados Unidos sigue siendo el paraíso de la
libertad. Es tanta la que allí se consume que resulta perfectamente
natural encontrarse carteles de vote for Kerry o vote for Bush al lado
del letrero que pone nombre a cualquier tienda de cualquier calle de
cualquier ciudad norteamericana. Es como si aquí Farmacia La Dolores -por
poner un ejemplo- colgara de su escaparate ‘vota Rajoy’ o ‘vota ZP’. No
durarían mas de tres minutos ni el cartel ni el cristal de la botica.
Los ciudadanos engalanan sus casas con los colores republicanos y
demócratas, adornan sus coches e, incluso, llevan pegatinas en la solapa
del traje con el que van al trabajo diariamente en el tren. Ser
‘republicano’ o ‘demócrata’ es algo tan normal como ser de los New York
Yankies o de los Chicago Cups. Aquí no. Aquí hasta ser del Betis o del
Sevilla es motivo de que te pinchen las ruedas del coche, y si te
arriesgas a ir con una pegatina del PP o de CiU por la calle como lo más
normal, pones en serio peligro tu integridad física. Viva la libertad, y
vaya lo mucho que tenemos que aprender de quienes llevan tanto tiempo
ejerciéndola y han entendido que parte esencial de este ejercicio es el
respeto a la libertad de los demás.
Y eso que, probablemente, esta ha sido una de las campañas más tensas
que se recuerdan en los Estados Unidos. Los medios de comunicación se
han decantado por uno u otro candidato –y así lo advierten a sus
lectores, que de antemano conocen qué línea editorial va a seguir tal o
cuál periódico- y han fustigado al contrario con informaciones y
artículos de opinión de una gran agresividad, haciéndose eco de los
gestos más sucios que los equipos electorales de los candidatos han
puesto en práctica para hacer caer las expectativas de uno u otro. El
conflicto de Iraq y la actual situación en aquel país, junto a la
llamada ‘Guerra contra el Terrorismo’ y todo lo que conlleva, han
centrado buena parte de las intervenciones de Bush y Kerry.
Por primera vez en muchos años la política exterior se ha convertido en
el eje central de una campaña electoral norteamericana, habitualmente
volcadas en los asuntos internos y con poca atención a lo que ocurre
fuera de sus fronteras. Y es que la sociedad norteamericana es así, con
ese punto de indiferencia hacia el resto del mundo. O lo era, porque
quizás lo más sintomático de la elección de ayer haya sido el aumento de
la participación en un país que vota el martes después del primer lunes
de noviembre porque hace varios siglos se decidió así para evitar que la
asistencia a la misa dominical restara asistencia a las urnas. El hecho
de que se vote en día laborable y la peculiaridad del propio sistema
siempre ha hecho que el índice de participación sea más bajo de lo
habitual en Europa.
Pero las primeras estimaciones de participación llevaban una alegría
contenida a La Moncloa, porque hacía prever una victoria de Kerry, por
quien ZP ha apostado toda la baraja a la victoria, no por afinidad, sino
por desmarque de Aznar y su apuesta personal por Bush. Su gozo en un
pozo. Y eso que hubiera dado lo mismo uno que otro. Kerry, que en los
últimos días ofrecía a algunos de los aliados de Estados Unidos más
contratos en Iraq en permuta de más tropas, no iba a afrontar cambios
significativos ni en la política exterior ni en la interior de haber
salido elegido. De puertas para adentro, tanto uno como otro se iban a
ver obligados a un ajuste para recortar el elevado déficit y deuda
públicos –menores, sin embargo, que los de Francia y Alemania, cabe
recordar- y, de puertas para fuera, pensar en una vuelta de las tropas
norteamericanas es soñar un imposible con Bush, e igualmente con Kerry.
De haber ganado el senador hubiera intentado implicar a más países en su
afán de hacer de esta ‘Guerra contra el Terrorismo’ un asunto de todos
–el multilateralismo con el que quería atraer a Francia y Alemania-.
Pero la victoria de Bush obliga a las dos potencias europeas, -sobre
todo después de que el propio Putin se desmarcara en apoyo del actual
presidente norteamericano, abriendo una brecha en la ‘coalición
anti-Bush’-, a replantearse su estrategia. Y si Francia y Alemania
modifican su política exterior, ¿qué va a hacer España? ZP se quedará
aislado y alineado con el resto de países en vías de desarrollo. Una
perspectiva muy poco alentadora. Y no nos equivoquemos: la actitud
arisca de ZP hacia aquel país personalizándola en Bush se interpreta
como una ofensa desde Boston hasta San Francisco. Y para eso, en Estados
Unidos, los colores son primarios. Kerry incluido.
Fuente: Camagüeyanos
por el Mundo
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