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La libertad de Cuba requiere realidades.

Por Ernesto Díaz Rodríguez*

Han comenzado ya en Ginebra las deliberaciones en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Como en los años anteriores, Cuba es uno de los países que se encuentran en el banquillo de los acusados. No sabemos qué ocurrirá al final, cuando se someta a votación la resolución contra el régimen de Fidel Castro. Lamentablemente, nuevos gobiernos con vocación de insensibilidad ante la tragedia del pueblo cubano integran este año esa controversial Comisión. La integran por intereses económicos, por conveniencia de tolerancia recíproca, por fallos en los mecanismos de selección. Son muchas las razones. Pero a pesar de que ese complicado marasmo de intenciones debilita la posición que debía prevalecer ante todo violador sistemático de los derechos humanos y las libertades fundamentales, como es el caso de Castro, confiamos en que al final la justicia internacional se impondrá. No importa que tras la condena prevalezca la obstinación del anciano dictador de no acatar las medidas tomadas en contra de su régimen opresor. No interesa que alce sus barricadas en las calles de la Isla cautiva y rebuzne como un burro demente y se haga seguir sumisamente, en su marcha hacia el basurero de la historia, por el mismo rebaño que hace mofas de su andar tambaleante y de sus tenis "made in USA". No importa. Nada de esto tiene la menor importancia. Porque las sanciones morales impuestas para condenar su política de atropellos y abusos gubernamentales cometidos contra una población indefensa quedarán como mancha indiluible en el sol de la humanidad, para que nadie lo olvide y para que las futuras generaciones de cubanos lo recuerden con el justo desprecio que suelen inspirar los tiranos.

Han comenzado ya las deliberaciones en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y nos sentiríamos felices que el régimen de Fidel Castro fuese nuevamente condenado. Pero éso, a pesar de ser una contribución universal importante que debemos reconocer con gratitud, no nos va a resolver la tragedia de Cuba. La tragedia de Cuba sólo se resolverá con la participación generalizada en el combate del pueblo cubano. Cuando acabemos de descubrir la potencialidad de una estrategia firme unificada y todos los que queremos una Cuba sin el lastre de esos bribones que encabezan el poder en la actualidad, nos dediquemos a luchar sin tregua, cerrando todos los caminos que conduzcan a la claudicación humillante, todas las puertas de las concesiones vergonzosas. Hay que desterrar de nuestras mentes el mito de la invensibilidad del tirano. Sabemos que su maquinaria represiva es poderosa. Conoce todo el pueblo de la inescrupulosidad de sus agentes represivos, su política agresiva, su arrogancia y maldad. No es un secreto para nadie que dispone de un ejército amplio, con armas poderosas de aniquilación. Pero sabemos también del descontento existente de una parte considerable de las fuerzas armadas, militares que al igual que el resto de la población rechazan en sus sentimientos el gobierno que representan. No se trata de puras especulaciones. Durante nuestros largos años de encarcelamiento tuvimos posibilidad de escuchar testimonios, de conocer por confesiones directas que muchos de estos hombres -tan infelices y humillados como el resto de la población- se incorporaron a los organismos castrenses no por vocación militarista, sino para garantizar el sustento de sus hijos y de sus esposas, para escapar de la espantosa miseria en que se hallaban sumidos bajo un sistema de gobierno andrajoso, donde no hay muchas opciones de supervivencia económica. Donde ni siquiera existe la posibilidad de un trabajo electivo, porque el Estado lo determina todo.

En esa parte de las fuerzas armadas con reservas morales y deseos de reivindicarse a sí mismos, depositamos parte de nuestra esperanza y de nuestra confianza. A ellos va dirigido este llamado especial de ALPHA-66. Un llamado a la toma de conciencia, al descubrimiento de sus potencialidades humanas y a la acción que conduzca, junto al pueblo valeroso de la Isla y a los cubanos combativos del exilio a la liberación definitiva de la patria. Cuba tiene que ser libre. Tenemos que crear, con humildad, amor y comprensión, con decisión irreductible, con fe y con coraje, una nueva nación: próspera, independiente y democrática.


*Ernesto Díaz Rodríguez, exprisionero político cubano, cumplió 22 años de cárcel en las mazmorras castristas, es poeta, escritor, y una de las figuras sobresalientes y con más claras ideas de nuestro exilio. Actualmente funge como Secretario General de Alpha-66.