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Ecología y sustentabilidad, ¿es confiable el escenario cubano?
Por Carlos Wotzkow

“La preocupación por la protección y conservación de los recursos naturales, considerados como patrimonio de todo el pueblo, se inicia en Cuba desde el triunfo revolucionario en 1959. En aquellos primeros años se destacan sobre todo los esfuerzos por recuperar los bosques, devastados desde la época colonial y después con la expansión de los latifundios cañeros y ganaderos.”   Fidel Castro*

Este artículo ha sido originalmente publicado en la Revista Hispano Cubana, dentro del dossier “Los Logros de la Revolución” N° 19, Primavera-Verano 2004.

Desde que en 1990, Castro anunciara al pueblo el lamentable estado de la economía cubana, los propagandistas de la revolución han intentado (mediante la publicación de decenas de informes) demostrarle al mundo que el revés financiero se tornaría en una victoria: la del ecologismo como adopción popular. Desde entonces, la mayoría de esos textos cargados de esperanzas tratan de rebatir las denuncias que en materia medioambiental se publican en el exterior. Sin embargo, lo hacen sin siquiera prestar atención a sus textos previos, o a los hechos. Esto los convierte en piezas de pura propaganda política antes que ambientalista. Ninguno de los autores que hasta esta hoy han firmado esos artículos parecen haberse dado cuenta que llamar “inexactas” a todas las denuncias las hace, sin lugar a dudas, más válidas. En 1992, durante la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, Fidel anunció un cambio de actitud en Cuba respecto al medio ambiente. Veamos que hay de realidad en sus palabras doce años después.

¿Puede un naturalista exiliado entrar en Cuba sin necesitar permiso, moverse a cualquier sitio sin tener un espía detrás, fotografiar lo que le apetezca sin arriesgar su libertad, documentarse en los archivos del estado sin jurar fidelidad al partido comunista, y salir después a publicar lo que ocurre en ese archipiélago? Sobre la base de las respuestas que cada uno quiera dar a esa incómoda pregunta, todos constataremos que los defensores del eco-marxismo, producto de una política represiva activa, no pasarán de formular criterios adaptados que aporreen gratuitamente a los contrarios. Y dicho esto, se hace evidente que los fidelistas que viven dentro y de fuera de Cuba no comprenden ni las sutilezas, ni mucho menos el valor de la diversidad de los criterios. Para esa gente, como lo demuestra la década que aquí analizamos, sólo cuenta la política y nunca el debate serio y respetuoso. Sus razones están preñadas de arrogancia y estereotipos infectados de falsedad.

“De continuar las condiciones actuales en los próximos 40 años la población mundial se habrá duplicado, el clima habrá sufrido alteraciones profundas e irreversibles, los bosques tropicales habrán desaparecido ...el hambre se extenderá incontenible e irremediablemente.” (a)

¿Por qué el hambre aumenta en Cuba si su la población no crece considerablemente desde hace más de 25 años? Para no hacer la cosa interminable, voy a tocar un par de puntos claves de nuestra realidad. Cuba es el país que más abortos y más éxodo promueve en todo el continente. A pesar de los flirteos de Castro con el Papa, en nuestro país se efectúan cada año más interrupciones de embarazos que los que se realizan en los Estados Unidos. Por otra parte, un 20 % de nuestra población natural vive en el exilio. En la década de 1950, Cuba producía alimentos para satisfacer ampliamente las demandas de su población. La producción de carne, huevos, leche y productos agrícolas era viable porque el país dedicaba parte de sus tierras a un solo tipo de latifundio: la caña de azúcar. Desde que la revolución tomó el poder esta situación cambió y además de la caña, extendió el latifundio en forma de cooperativas al café, el arroz, los cítricos y el tabaco. Esto dejó al campesinado sin el suelo y los recursos apropiados para ocuparse de los cultivos tradicionales.

“Muchas de las medidas que se toman condicionadas por el periodo especial, se insertan en líneas estratégicas trazadas por la Revolución. Así, algunas de ellas han contribuido a acelerar las políticas instrumentadas en el país en defensa del ambiente. Un ejemplo de esto son las medidas tomadas para enfrentar la reducción del petróleo importado.” (b)

En 1993, la Coordinadora Estatal (Española) de Solidaridad con Cuba otorgó los fondos para que el gobierno de Fidel Castro pudiera publicar la revista “Documentos Cubanos”. Esta compilación de textos estuvo dedicada por completo al tema de la ecología y quedó editada bajo el atractivo nombre de “Cuba Verde”. Desde sus primeras páginas no obstante, ya se hacía evidente la línea de propaganda sobre la que enfocarían el contenido. En ellas se aseguraba que el “Periodo Especial” (crisis económica que no sé por qué algunos enmarcan sólo en unos pocos años), no sólo se constituiría en el varapalo que obligaría a reducir el despilfarro de los pesticidas, los fertilizantes y los combustibles fósiles, sino en un período modelo que enseñaría a los cubanos cómo implementar políticas que garantizaran un desarrollo sostenible sin que fuese el entorno el máximo perjudicado. (1)

Un desmentido demoledor y de gran actualidad a todas esas “energías ecológicas y renovables” comienza por mencionar las relaciones económicas que unen hoy día a Fidel Castro con Hugo Chávez. Hasta un tonto notaría que en ellas, la palabra que más resuena en sus discursos es la del “petróleo”. Si somos justos, o como mínimo consecuentes, los que opinaban como Castro en Brasil, deben haberse quedado mudos al cabo de tan sólo 12 años desde que aquel circo organizado por la ONU se efectuara. Dos lustros han sido suficientes para desmentir a los propagandistas de aquellas prometedoras fuentes de energía y su efectividad. Pero después de 45 años de revolución comunista, el cuadro sigue siendo tan desolador que ya no importa lo que prediquen los filósofos del marxismo. Es el sistema el insostenible y es únicamente este, el que hace que la degradación de los recursos naturales sea, según cambien los amigotes regionales, insoportable para Cuba.

“Según algunos estimados, el 49 por ciento de los gases del efecto invernadero es aportado por el sector energético... y se estima que para el año 2010 la demanda energética aumente entre un 50 y un 60 por ciento.” (c)

Por ende, la dependencia energética de Cuba (acrecentada por el despilfarro de petróleo en manos de un gobierno que ni lo produce, ni paga por él) sea un caos desde el mismísimo triunfo revolucionario. Poco importa el nombre y la celebridad del posible detractor de lo que digo, pues la verdad en el caso que nos ocupa es aplastante. Lo fue durante los 30 años en que la Unión Soviética nos regalaba (metafóricamente hablando) el combustible, y lo es ahora cuando es la Venezuela oprimida quien nos lo regala (literalmente hablando). El resto de las cacareadas alternativas (bagazo de caña, gas natural, turba, energía eólica, hidráulica, solar, etc., etc., etc.), apenas han servido como bálsamos engañabobos. Al menos, en la forma en que lo prometían los especialistas cubanos durante el Periodo Especial: “...el mayor potencial de energía se encuentra en la industria azucarera... La generación de electricidad parece tener perspectivas ilimitadas en este sector.” (1)

¡Que pena que no podamos entrar en nuestra patria y filmar el cierre de cada uno de esos centrales azucareros que han sucumbido ese optimismo. Pero al menos todos podemos leer de las agencias noticiosas próximas al régimen cómo la industria azucarera ha quebrado definitivamente a falta de crudo y por la escasa productividad que se reporta en terrenos sobreexplotados durante tantos años. No por gusto Cuba es uno de los 5 países latinoamericanos cuyos suelos están sumamente afectados por el mal manejo de los recursos hídricos. Y no se trata de desacreditar gratuitamente a los científicos que en Cuba se ven obligados a publicar sandeces, sino de que nadie crea en lo que ellos publican. Estoy seguro que ellos serían los primeros que no quisieran ver en blanco y negro sus nombres firmando semejantes panfletos, pues saben, mejor que nadie, que los proyectos (político y ecológico) que defienden están equivocados o no existen.

“...la responsabilidad última por el deterioro acumulado del medio en el Tercer Mundo en su conjunto, corresponde al mundo capitalista desarrollado, en particular a aquellos países que a través de la explotación colonial y neocolonial fueron los culpables históricos del atraso y la deformación de las economías.” (d)

Es inconcebible que se hable de medidas ecológicas ejemplares en un país que ya ha hecho uso de la turba y los recursos naturales de la Ciénaga de Lanier de manera irracional. Durante décadas se estuvo explotando la turba y la vegetación natural de Isla de Pinos sin reparo ecologista y hoy, a falta de mejores ideas los ojos están puestos en unos supuestos “200 millones de toneladas” de turba que existen en la Ciénaga de Zapata. Para ser sincero debo confesar que antes me asustaba, ya no. No creo que el gobierno de Castro cuente con los recursos, ni con los inversionistas extranjeros (lo suficientemente tontos) para llevar a cabo en esa península de Las Villas semejante atrocidad. Entre otras cosas, porque el beneficio de la energía obtenida no compensaría el costo de la extracción. La urgencia energética que tiene el país no puede descansar tranquilamente en la turba y mucho menos en su cantidad.

La panacea prometida en aras de curar los ecosistemas cubanos tampoco puede ser la del biogás, o esa de las minihidroeléctricas (las menos productivas del hemisferio dado lo afectado que se encuentran los caudales de todos nuestros ríos). Es tan ridículo pensar en estas fuentes energéticas, como absurda ha sido la inversión emprendida para hablar de ellas cual si fueran recursos verdaderamente inagotables. Me explico: la mayor planta de biogás fabricada en Cuba (en las cercanías a la Laguna de la Leche, provincia de Camagüey) apenas suministra electricidad (con grandes interrupciones en el fluido) al poblado Holandés, a 4 vaquerías cercanas y a un comedor obrero que cocina para 100 campesinos. Las 200 instalaciones hidroeléctricas que Castro ha puesto en funcionamiento (si es que todavía funcionan) sólo generan una electricidad máxima de 8,5 Mw. O sea, la equivalente a dar luz eléctrica a unas 7000 viviendas.

Lo preocupante por tanto, no es la gente que se quedaría sin luz en Cuba si sólo utilizamos esas energías renovables, sino que el tozudo gobierno de Castro cuente con los recursos necesarios para terminar la hidroeléctrica de los ríos Toa y Duaba, así como para empezar las que ya amenazan destruir los causes y los ecosistemas ripícolas de los ríos Toa Arriba, Jaguaní, Cuyaguateje y Agabama (1). Entonces, estaríamos hablando no de un desastre ecológico de magnitudes incalculables y ampliamente denunciado (2), sino de otros cuatro en una isla que no cesa de declarase preocupada y comprometida con el ambiente, pero que realiza todo lo contrario que conllevaría a su preservación. A esto, sumemos el idealismo que satura la cabeza de algunos tecnócratas con la energía solar. Una fuente energética tan dependiente como limitada.

Imaginemos por un instante que quisiéramos abastecer de electricidad con energía solar a la Ciudad de la Habana, una urbe con 2 millones de habitantes. En vez de utilizar las escasas hectáreas que ocupan las termoeléctricas de Mariel y Santa Cruz del Norte, habría que construir un espejo colector con un área equivalente a los 233 kilómetros cuadrados. Es decir, una extensión tan amplia como la ciudad misma. Sin embargo, para producir en ella unos 1000 Mw se requerirían unas 35’000 toneladas de aluminio, 2 millones de toneladas de concreto, (1’500 veces más cemento del necesario para construir una termoeléctrica), 7’500 toneladas en cables de cobre, 600’000 toneladas de acero, 75’000 toneladas de vidrio y 1’500 toneladas de cromo y titanio. A lo anterior deberíamos sumar unos 960’000 litros de aceite mineral en caso de que a algún idiota ecologista se le ocurriera prohibir el PCB (3). Y todo esto, sin contar los 1’844 dólares que costaría cada Kw, contra los 130 que cuesta generarlo con petróleo.

¿Está usted dispuesto a pagarlos? ¿Se preguntan los lectores el costo económico de mantener semejante instalación a pesar de los días nublados, o la improductividad durante las horas nocturnas? ¿Por qué no se habla en Cuba de lo complicado que resulta reciclar ecológicamente los sistemas fotovoltáicos una vez fuera de servicio? Recuerdo cuando la Asociación Cuba-Suiza recaudó en 1993 unos 10 mil francos para emplearlos en tecnología solar y enviarla como solidaridad a Cuba. Fue un espectáculo digno de risa. Primero, porque el régimen se las anotaba como logro ecológico de la revolución y hablaba de 45 instalaciones llevadas a cabo en el Plan Turquino sin decir que se debían al aporte de los socialistas suizos. Segundo, porque un año más tarde me enteré de un campesino que, disgustado con los destellos de luz que aquel carísimo panel le enviaba a través de una ventana de su bohío, acabó con él a pedradas.

“Aún en 1991, rebasada la guerra fría y los peligros de confrontación entre las grandes potencias, el gasto militar alcanzó casi un millón de millones de dólares. Ahí están los recursos para el financiamiento de estos programas.” (e)

Son tantos los textos que el régimen ha enviado a la ONU (y más específicamente al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente) con relación al uso en Cuba de energías renovables, como fracasos pueden contabilizarse en Cuba con las susodichas fuentes alternativas que se suponía iban a disminuir en un 40 % el consumo del combustible fósil. Si todavía hay dudas, pregúntenle entonces a los de PDVSA (Petróleos de Venezuela S.A.). Primero habría que dejar claro que en Cuba no existe una cultura ecológica y segundo, que el gobierno revolucionario nunca se preocupó por estimularla. No hay un solo programa educativo y ambiental de envergadura nacional (a pesar de lo que diga el trasnochado Richard Levins) para que el cubano, sensible sin dudas a las bellezas de su terruño, respete algún día a la naturaleza en un sentido amplio.

Resulta llamativo que sea justamente en la revista “Cuba Verde” (en la que se publicó el discurso íntegro de Castro en Río De Janeiro) donde encontremos la razón por la cual la central nuclear de Cienfuegos hubo de ser paralizada. Tal parece como si sus editores hubieran olvidado lo dicho en una de sus páginas: “...[Cuba] fue el primero en consignar en su Carta Magna el espíritu de los acuerdos de la Cumbre de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo.” Una “cumbre ecologista” en la que Fidel Castro, a pesar de alabar a la energía nuclear, no habló de Juraguá (4), y en la que ahora vemos que aquel proyecto no se paralizó por consideraciones ecológicas, sino “porque, por la parte rusa, se introdujeron modificaciones en el convenio insoportables económicamente para Cuba.” (1)

En lo personal, creo que el futuro de la energía en Cuba estará en las microcentrales nucleares automatizadas, soterradas, y sin necesidad de personal operario. Su utilización en la tundra canadiense para bombear el petróleo desde Alaska a los Estados Unidos ha sido muy exitosa y extremadamente confiable a lo largo de muchos años. La seguridad que conlleva eliminar el error humano en su explotación, así como las pocas visitas que estas plantas requieren para el cambio de combustible (cada 10 o 20 años de servicio) constituye una solución segura y económica en un país en el que las reservas de petróleo son, a todas luces, insuficientes. Eso sí, energía nuclear con tecnología de punta y no una ruleta rusa con un bricolaje de la época de Stalin. No se trata de iluminar el rostro de los cubanos con un hongo atómico y mortal, sino el hogar y el oscuro futuro de las familias más maltratadas del planeta.

“En términos generales se estima que quizás alrededor de 250’000 especies, una cuarta parte de la biodiversidad total de la tierra, corre un grabe peligro de extinción en los próximos 20 a 30 años. Hay especialistas que sugieren que alrededor de 350 especies de aves, 200 de mamíferos y alrededor de 25000 especies de plantas están hoy al borde de la desaparición” (f)

Nuestro archipiélago cuenta con unas16 formaciones botánicas de gran valor ecológico, pero están muy amenazadas por la tala indiscriminada que impera en el archipiélago desde el triunfo revolucionario de 1959 (2). La principal amenaza que enfrenta nuestra cobertura forestal no es sin embargo la explotación maderera, sino la extraña tendencia que tienen los tecnócratas del PCC para excluir a Cuba de las catástrofes ecologistas que ellos auguran sólo ocurren en otras partes del mundo. Esos peligros, tal y como si los copiasen de una tarjeta de recaudación de fondos del WWF, están en el mundo industrializado, o en los países en vías de desarrollo que no hayan abrazado al marxismo como política de estado. De esta forma nos intimidan: “Nuestros niños verán desaparecer unas 60’000 especies, muchas desconocidas para la ciencia, si la explotación irracional de los bosques continua.” (5) Y aquí me detengo, pues la frase, aunque no lo parezca, es sorprendentemente reveladora.

Primero, no hay científico (ni colectivo de científicos) en este planeta que sea capaz de predecir los rangos de extinción de ninguna de las especies que nos rodean. Es decir, la frase en sí es un pronóstico imposible de ser corroborado. Segundo, en los 500 años que los cubanos tenemos noticia de la existencia de nuestro archipiélago, se han extinguido (que nosotros sepamos a ciencia incierta), unas tres especies de aves y tal vez una docena de plantas. Esto no quiere decir que no hayan desaparecido otras especies desconocidas, pero jamás al grado de quintuplicar la cifra de extinciones en un período de 20 lustros (suponiendo que “nuestros niños” vivan esos 100 años). Ni la actividad humana en el planeta es tan agresiva, ni el trabajo de los taxónomos es tan exacto. Por último, y como bien nos lo indica la sabia, pero ingenua científica cubana, porque se trataría de especies “desconocidas” y por tanto, imposibles de contabilizar. ¡Elemental Dra. Leiva, elemental!

Reveladora esa frase, porque demuestra que el gobierno sigue, después de 45 años en el poder, sin dedicar los recursos y las libertades necesarias para que nuestros especialistas estudien a fondo la vegetación natural de la cual se compone la flora de nuestro archipiélago. Además, “si la explotación irracional de los bosques continua” y la botánica cubana lo sigue repitiendo, capaz que pierda hasta su empleo. En otras palabras: la tala indiscriminada de nuestros bosques continua y no llegado a su fin. Esto es una realidad que se le escapa hasta a los más confiables científicos de Castro. Llama la atención que Cuba esté catalogada como el cuarto país que más riquezas forestales ha perdido en el mundo, y que los datos que yo publiqué sobre la situación de las plantas vasculares, las especies endémicas y el número de las especies amenazadas fueran considerados “inexactos” en 1998, a pesar de haber sido publicados como válidos en la revista “Cuba Verde” de 1993.

Castro y sus Cooperativas de Producción Agrícola acabaron con una gran parte de las arboledas que ofrecían frutos a los pobladores de cada batey en Cuba. En 1993, la directora del Jardín Botánico Nacional también así nos lo insinuaba: “las orillas de las carreteras y autopistas deben estar llenas de plantas que proporcionen al viajero alimentos y líquidos para calmar la sed.” En 1998, Natumaleza Cubana denunció que la reforestación con árboles exóticos (Casuarinas, Eucaliptos, Tecas, etc.) provocaba un daño irreparable a los ecosistemas botánicos y a la fauna que los habitaba, pero aún hay quien no lo cree. En 1993 por desgracia, la directora del Jardín Botánico también lo aseguraba: “tenemos una flora preciosa, pero casi nunca sembramos árboles autóctonos, como la varía, los muchos tipos de robles; la infinidad de palmas que hay en Cuba, como por ejemplo las copernicias, que son tan bellas...” (5)

“Durante el periodo especial también se ha hecho necesario buscar soluciones alternativas en la producción agropecuaria, a partir de la notable reducción en las importaciones de fertilizantes y pesticidas químicos y de piensos para el ganado.”(g)

En cuanto a los cultivos y la producción agrícola es importante señalar que Cuba era, hasta 1980, el único país del planeta que se jactaba de utilizar los pesticidas en todo su territorio. Según Richard Levins, mentor de la revolución cubana en el micro mundo científico de la Universidad de Harvard, el uso irracional de los pesticidas llegó a constituir un “éxito de la revolución” (6). A la revolución por otra parte, le viene como anillo al dedo el Periodo Especial. A esa crisis económica no sólo se le achaca la “toma de conciencia” (por necesidad), o el giro dado hacia el ecologismo marxista y radical, sino el inicio de las investigaciones biológicas “con fines pacíficos.” Cualquiera que sepa lo que cuesta crear un Centro de Reproducción de Entomófagos y Entomopatógenos (y en Cuba hay 222 de ellos), comprenderá que no hace falta tanto dinero para comprar y utilizar correctamente los pesticidas. Por tanto, no convence que haya sido el uso agrícola y el pacífico control biológico lo que origina esos gastos.

No en balde se los menciona en Cuba con el término de “lucha biológica” en vez de utilizar el de “control biológico”. Es cierto que Cuba lleva años investigando y perfeccionando diferentes tipos de biopesticidas, pero no queda claro hasta dónde han llegado en la ingeniería genética todos los militares de las ciencias que estudian en centros de la más alta tecnología. Es sospechoso que uno de los frentes de lucha de los ecologistas sea el de combatir los alimentos genéticamente modificados, pero que cuando el tema se acerca a Cuba, todos ellos confíen en “nuestra” profesionalidad. Empezando por la Union of Concerned Scientists y terminando por Greenpeace, los llamados “Organismos Genéticamente Modificados” se han convertido en la diana perfecta de todas las organizaciones ecologistas que desean la prohibición de los mismos en los países industrializados, mientras hacen la vista gorda en los estados totalitarios.

¿Por qué, si la solución económica, energética y ecológica de Cuba estaba en la industria azucarera, esta quebró? ¿Por qué, si de ella dependía el futuro ecológico del país, los altamente preparados científicos cubanos no fueron capaces de salvarla o mantenerla a flote? ¿Cómo evaluar el esfuerzo ecológico de un país que destina (comenzado el siglo XXI) más del 60 % de sus tierras fértiles (con la fragilidad ecológica que ello conlleva en las islas) a sembrar una gramínea receptora de cientos de plagas transmisibles al entorno natural? ¿Cuál es la ventaja ecológica del azúcar cuya producción industrial en Cuba estuvo consumiendo hasta 1989 cientos de miles de toneladas de leña del bosque cubano? ¿Qué moral tiene el gobierno de Cuba para hablar de “calentamiento global” si durante decenios utilizó (y aún utiliza) el corte de caña australiano? ¿Dónde están las consideraciones ecológicas que debieran surgir ante tanta producción de monóxido de carbono y degradación microbiológica del suelo?

“Con el transporte se introdujo una solución novedosa por su masividad: el uso de la bicicleta. La proliferación de ciclistas de todas las edades es perfectamente coherente con las políticas dirigidas durante años para la salud de todos... De este modo, las carencias actuales de combustibles, aunque implican una afectación de la vida cotidiana, poseen también un efecto positivo en el medio.”(h)

Hay en toda esta historia de falacias un ejemplo que vincula paradójicamente a la energía renovable y a la agricultura castrista. Es el caso de las bicicletas y el tabaco. Cuando en 1990, Fidel Castro no tuvo a donde acudir para que alguien le fiara el transporte público del país, se le ocurrió decir que vendiendo bicicletas a la población le demostraba al mundo una profunda preocupación ecológica y una sincera batalla contra el sedentarismo en pro de la salud pública de sus ciudadanos. Ocurre no obstante, que Cuba es uno de los países que más dinero obtiene de la venta del tabaco. Todos conocemos la relación que fumar tiene con el cáncer de pulmón y Cuba es, curiosamente, el país que más publicidad recibe en el mundo a costa de la calidad de sus puros y su sistema de salud. ¿Qué les parece? ¿No es la doble moral un buen prisma para mirar a los negocios y a la política ecológica cubana? ¿Para qué cuidar tanto al pueblo del humo de los autos si luego lo dejamos morir con el humo del cigarro?

¿Cómo puede nadie aplaudir al sistema cubano de salud, si el gobierno de Castro es el que más produce y enriquece con el causante principal de cáncer de pulmón en todo el mundo? ¿No les parece que a veces prestamos demasiada atención al orador equivocado? Fidel Castro, quien durante 40 años enrareció el aire de La Habana con la polución y los hidrocarburos de sus ómnibus “Icarus”, se ha parado en Río de Janeiro a darle un sermón sobre el dióxido de carbono al presidente Bush (Padre). ¡Y que todavía haya gente que le crea sus “preocupaciones” por el dióxido de carbono! ¿Será que nadie le asesora de que gracias al efecto invernadero Africa es un continente cada día más verde? ¿Desconocen Castro y sus científicos que se ha demostrado en Alemania que las plantaciones cercanas a las autopistas producen más que aquellas? Lean señores lean. (7)

“En los 20 años transcurridos desde la primera reunión sobre el medio ambiente en Estocolmo, ...el hambre alcanzó dimensiones nunca antes vistas,... fueron arrasadas 300 millones de hectáreas de bosque,... decenas de miles de especies de animales y vegetales se extinguieron.”(i)

Para nadie es un misterio que lo menos que le interesa a los ecologistas es la ecología. Mucho menos les interesa la especie humana. Los ecologistas y la ONU no son más que políticos interesados en acabar con la soberanía a golpe de regulaciones abusivas en todos los países del planeta. Esos ecologistas del WWF, del PNUMA, o de Greenpeace, son los que ven en Cuba la plataforma ideal desde la cual llamar la atención de los países sudamericanos. Cada día que pasa, a los ecologistas les resulta más difícil hacer llegar sus miedos infundados al “perfecto idiota latinoamericano”. Por ello, se sirven de Castro, pues si él lo dice el sur lo cree. No es por otra cosa que Cuba se convierte en Río de Janeiro en el juez por excelencia de los países industrializados. Y no es precisamente en honor a la verdad, que la mayoría cree que Cuba tiene autoridad moral para dar lecciones ecológicas al mundo.

Cuba, según sus tecnócratas, es uno de los pocos países del globo que ha promulgado una ley de protección del medio ambiente y uso racional de los recursos naturales (1). ¿No les resulta esto suficientemente pretencioso e inexacto? La primera ley cubana con esas pretensiones data de 1981, o lo que es lo mismo, 23 años después que la revolución se había cargado medio entorno forestal con su Brigada Invasora “Che Guevara” (8). Ni siquiera la enmendada ley de 1999 ha puesto en vigor las regulaciones que el documento exige y declara. “Licencia Ambiental” se le llama ahora al documento que permite a los inversores extranjeros cultivar tabaco hasta en las laderas del Escambray. Licencias que, como ya se ha visto, les autoriza a denominar a esos puros como un producto seleccionado de Vueltabajo. ¿Saben ustedes lo que significa denominación de origen controlada? ¿Sabe alguien donde queda Vueltabajo?

“De no tomarse a tiempo medidas concretas y efectivas, al hombre le espera un incierto futuro en el que estarán unidos e igualados, en la amenaza a su existencia y la falta de porvenir, los desarrollados y ricos con los pobres de la tierra.”(j)

¿Por qué nadie asesora correctamente a Castro para evitar que siga confundiendo el metabolismo humano con el de las mazorcas? ¿Por qué el mundo desconfía del científico que habla desde el exilio y creen al que miente para mantener un puesto en el oprobio? Creo que sólo con la muerte de Castro empezarán algunos a creer en la veracidad de nuestras críticas. Sólo entonces se podrán empezar a formular soluciones para lo falso, lo exagerado, y lo verdaderamente inexacto. Será entonces cuando nos demos cuenta que el tabaco de Tabacalera S.A ha hecho más daño que el petróleo del “Prestige”. Será entonces cuando se reconozca que la propiedad privada produce más que las cooperativas marxistas. Pero no se hagan ilusiones, porque no econtraremos la verdad con la ayuda del conocimiento (ni mucho menos gracias a los hechos), sino porque la causa de tanto sometimiento en Cuba habrá por fin desaparecido.

Suiza, Junio 2004

Notas
* Todas las citas centradas y en cursiva pertenecen a Fidel Castro. Forman parte del discurso leído en Río de Janeiro en Junio de 1992, durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Con el objetivo de comentarlas, una letra al final de cada una remitirá al lector a las notas que a continuación ofrecen una explicación. Los lectores verán como se construyen los mitos relativos a los éxitos ecológicos de Cuba y cómo muchos repiten las mismas sandeces ajenas a nuestra realidad.

(a) Castro parece no haberse enterado que sin efecto invernadero no habría vida en el planeta. También parece desconocer la existencia de los grandes frigoríficos. Ni pensar entonces que pueda constatar que gracias a esos gases y a la refrigeración las plantas crecen y el mercado de los alimentos se extendió a todo el mundo y a todo el año sin importar la latitud. Desde que la tecnología trabaja para solucionar los problemas prácticos del ser humano, la humanidad ha aumentado considerablemente su independencia y estándar de vida. Sin dudas siempre habrá gente indispuesta frente a estas evidencias. A ellos sin embargo, lo que más les falta es la honestidad.

(b) Desde que el comunismo usurpó el poder en Venezuela, hace apenas 3 años, Castro ha importado más petróleo que todo lo comprado en el decenio anterior. O sea, en el decenio que se suponía Cuba le daría la espalda a ese combustible “antiecológico”. Esto no sólo demuestra que el uso del petróleo en Cuba no está condicionado a una política en defensa del medio ambiente, sino a un mercado al cual Castro sólo tiene acceso si el proveedor está dispuesto a regalárselo. De hecho, los planes de energías alternativas han quedado paralizados en la isla desde que Hugo Chávez le envía de regalo todos los tanqueros que Fidel le pida.

(c) Es curioso que Fidel Castro nunca mencione ni los científicos ni los trabajos de los cuales él toma semejantes “estimados”. Qué extraño que nadie le diga que una de las fuentes más significativas de gases invernadero provienen de las termitas, cuya actividad digestiva es responsable de unos 50 billones de toneladas de dióxido de carbono y metano cada año. O sea, 10 veces más lo que producen todas las industrias y todos los autos del planeta juntos.

(d) Quien afirma esto quiere explotar toda la turba existente en las ciénagas del país. O sea, en áreas protegidas como la Ciénaga de Zapata y por la cual el gobierno de Castro recibe subsidios de hasta un millón de dólares anuales (del WWF de Canadá) a condición de que esa ciénaga se preserve tal y como está. Me gustaría ver cuánto va a durar el apoyo incondicional del WWF a Fidel Castro.

(e) La conferencia leída por Castro en Río de Janeiro gira una y otra vez alrededor de este punto: los países que más dinero han dedicado a la investigación y a la tecnología deben transferir gratuitamente estas a los países que durante años se han dedicado a no hacer otra cosa que fomentar las guerrillas para instaurar el comunismo. No en balde los ecologistas les apoyan tanto.

(f) Según otros “ecologistas” mucho más dramáticos y ecoemocionales que Castro (Thomas Lovejoy del WWF, por ejemplo), el mundo posee entre 3 y 10 millones de especies conocidas. Si esto es cierto, las 250’000 especies que Castro cita serían mucho menos que la cuarta parte. Por suerte, los que amamos las ciencias sabemos que la taxonomía es una especie de arte y el “arte”, no es más que aquello a lo que un artista quiere llamar así. Como que los sistemáticos siguen sin ponerse de acuerdo sobre lo que es una “especie” el grado de subjetividad y el Líder Máximo los absuelve.

(g) A juzgar por el desarrollo experimentado por la agricultura y la ganadería en Cuba, las “soluciones alternativas” de las que Castro nos habla se reducen a la importación de productos agrícolas y ganado de los países vecinos. De otra manera no se puede explicar que el hermano de Castro, quien se decía era el artífice de una ganadería superior a la de Holanda, tenga que importar vacas desde los Estados Unidos para producir la leche y la carne que demanda la industria del turismo.

(h) Y mientras el pueblo se desplaza en bicicletas, Castro encarga (a principios del 2004) a Rusia la construcción de dos aviones IL-86 para su uso personal. No creo que tenga que decir que Cuba es además el único país del mundo en el que el Ministro de Transporte (Diocles Torralba) poseía 200 autos y un chofer con chofer.

(i) Desde 1960, la tecnología aplicada a la agricultura (variedades, pesticidas, maquinaria, etc.) ha permitido duplicar la producción de alimentos a escala mundial. Desde entonces, se ha podido elevar en un 25 % per cápita el suministro a todos los países pobres que han necesitado ayuda. Por ello, el mundo requiere hoy 3 veces menos área cultivable que la que necesitaba hace 30 años para alimentar a toda su población (Dr. Norman Bourlag, laureado Premio Nobel por su “Revolución Verde”). Esto, a pesar de que Castro se empeñe en decir que el Nobel sólo se limitó a atentar contra las especies cultivando híbridos.

(j) ¡Aleluya! Lo anterior no se lo cree ni el propio Castro. Si fuera cierto, el primer ausente en la Cumbre de Río hubiera sido él. ¿Qué más no quisiera el dictador cubano que ver a todos los países desarrollados en la ruina y pasando hambre? Sin embargo, variedades de maíz (por citar un sólo ejemplo) de rápido crecimiento estacional han permitido a Rusia, China (no precisamente países capitalistas e industrializados) y Canadá sembrar esa variedad 500 millas más al norte.

Referencias

1.- Ramírez Alonso, Esteban (1993): La vida respira mejor. Cuba Verde. Colección Documentos Cubanos. Editorial Juventud Rebelde (La Habana) y Coordinadora Estatal de Solidaridad con Cuba (Madrid). N° 3 (5): 7-12.
2.- Wotzkow, Carlos (1998): Natumaleza Cubana. Ediciones Universal. Miami, Florida. 294 pp.
3.- Lee Ray, Dixy (1987): Trashing the planet. Harper Prennial. A Division of Harper Collins Publishers. P 130.
4.- Castro, Fidel (1992): Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Cuba Verde. Colección Documentos Cubanos. Editorial Juventud Rebelde (La Habana) y Coordinadora Estatal de Solidaridad con Cuba (Madrid). N° 3 (5): 63-94.
5.- González Martínez, Ana Margarita (1993): Tenemos el planeta prestado. Cuba Verde. Colección Documentos Cubanos. Editorial Juventud Rebelde (La Habana) y Coordinadora Estatal de Solidaridad con Cuba (Madrid). N° 3 (5): 17-20.
6.- Levins, Richard (2000): Cuba’s Environmental Strategy. DRCLAS News.
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8.- Cepero, Eudel (2002): La Brigada Invasora Che Guevara. El Nuevo Herald. Octubre 1, 2002. P. 19 A, Miami. USA.
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