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A la hora de suceder a Castro el ejército no será una ficción.
Por Alejandro Gómez.

Entrevista a Juan Benemelis.


Las doce horas siguientes a la muerte del gobernante cubano Fidel Castro no parecen ser un secreto para Juan Benemelis y Eugenio Yáñez, autores de la novela Secreto de Estado.

Ambos académicos y diplomáticos, conocedores de los entresijos del poder en La Habana, han llevado a la ficción uno de los desenlaces imaginables que se darían en Cuba tras la desaparición de Castro: la fractura del Ejército entre reformistas y seguidores del sucesor designado, Raúl Castro, actual ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y segundo secretario del Partido Comunista.

Editada por Benya Publishers, en Miami, la novela, tal como dicen sus autores, representa un ''escenario posible, aunque no necesariamente el más probable, menos aún el deseable''.

Benemelis, nacido en Manzanillo en 1942, es graduado en Historia y Derecho Diplomático y Consular. Antes de exiliarse en Estados Unidos trabajó en representaciones diplomáticas cubanas en varias naciones. Es autor de Las guerras secretas de Castro y Castro: subversión y terrorismo en Africa, entre otros.

Doctor en Economía y licenciado en Ciencias Políticas, Yáñez es un especialista en estrategia que enseñó durante 14 años en la Universidad de La Habana y el Instituto Superior de Dirección de la Economía. Nació en La Habana en 1945 y entre sus obras se cuentan Cuba: Miseria de la Ideología y El 18 de Brumario de Hugo Chávez.

En esta entrevista con Séptimo Día, Benemelis desarrolla su visión de lo que puede ser el futuro del régimen castrista y ofrece interesantes aportes sobre la reciente historia cubana.

¿Cómo surge la idea de Secreto de Estado ?

Aparece con una conversación de este tipo sobre los medios o instrumentos que pueden llevar a la sucesión en Cuba. La idea básica era presentar en forma no académica una alternativa que no ha sido considerada hasta el momento. Y que es la posibilidad de que en la élite en los primeros momentos se dé la transferencia de poder en un sector específico que son las Fuerzas Armadas, y no como se ha previsto en forma de la aceptación de Raúl Castro, sino con un cuestionamiento del poder.

Porque sencillamente la sucesión no ha sido instrumentada. Raúl Castro no ha tenido tiempo de establecer su estructura para una alternativa a la muerte de Fidel Castro.

La hipótesis es que hay gente que responde a Fidel pero que no va a responder a Raúl.

Históricamente se ha visto a la élite como monolítica detrás de Fidel y que va a transferir su lealtad a Raúl. Pero, quien haya estado en esta élite y la conoce, sabe que es fragmentada, compuesta por grupos en pugna, donde la autoridad de Raúl está dada por su cargo, no por su liderazgo. Es uno más, tal vez el grupo más poderoso, pero uno más.

¿Esta fractura que usted describe, cuánto tiene que ver con la ejecución del general Arnaldo Ochoa en 1989?

Es una muestra de que la élite no era monolítica y que dentro del ejército existen facciones de los generales que estuvieron en campaña, como los africanos, con generales que proceden de la lucha guerrillera y con generales que estuvieron en cargos administrativos, lo que se ha dado en toda guerra colonial. Los ejércitos coloniales han tenido una visión diferente cuando regresan a sus países.

Acá estamos hablando también, de gente que además de sus intereses y lealtades ve la necesidad de un cambio.

Es cierto, hay un elemento de supervivencia no solo política. Algo que Castro no ha hecho, ligar su destino en el poder político con el desarrollo de la nación. Esta es una élite donde la selección de Fidel no fue en base a su ideología ni mucho menos. Está hecha en base a una lealtad personal y, en el caso del ejército, de individuos que se han destacado en campañas militares.

Desde el punto de vista global, viendo el proceso desde la guerra de la independencia donde el nacionalismo cubano tiene una fuerte presencia, ¿cómo puede ver ese nacionalismo un país destruido y su gente en la máxima pobreza?

Hay un fracaso. El mensaje con el cual se integró esta élite no ha dado fruto. El nacionalismo del principio de este proceso tiene raíces no sólo en Cuba sino en toda América Latina. El peronismo con su populismo, Arbenz en Guatemala. El peronismo afectó a Fidel y a lo más alto de la dirigencia.

El populismo se desvirtúa en Cuba. Se injerta en un estado totalitario y entonces el proceso económico pasa a ser secundario. Todo se subordina a la política. De ahí el gran fracaso económico de Fidel con esta élite. Pero esta élite se siente insegura ante este fracaso, como sucedió en la Unión Soviética.

¿Cómo ve la negativa de Castro a implementar reformas que han sido exitosas en otros sitios? ¿Cuál es la raíz de su negativa?

Tiene que ver directamente con el poder político. Allí radica la matemática de esta ecuación. En primer lugar en Cuba se intentó una reforma entre los años 72 y 74. El 70 fue en Cuba un año muy caótico. Nunca Fidel estuvo en una situación más difícil que entonces, donde hubo un cuestionamiento directo a su dirección económica.

Este compromiso mayor con la Unión Soviética le impone cambiar el modelo económico. La tecnoburocracia cubana por primera vez se plantea la posibilidad de controlar al gobernante totalitario con un sistema económico controlado de abajo hacia arriba. Esto se llamó el nuevo sistema de planificación y dirección de la economía, muy parecido a una glasnost o una perestroika. Conllevaba una apertura en los sindicatos, que fue el XIII Congreso. En los centros de trabajo comenzaron a discutirse abiertamente los problemas. Se creó malestar político pero a la vez con una cierta apertura política para buscar una apertura económica.

Es sintomático que cuando Fidel anuncia en el año 1975 el nuevo sistema, la Asamblea y el Partido como instituciones y un nuevo plan quinquenal, una semana después, en la Plaza de la Revolución, plantea la invasión a Angola. Este hecho militar trastornó totalmente este intento y él lo dijo después: ''Aquí la burocracia trató de controlarme''.

Se percató de que la delegación de poder, político o económico, implicaba un camino en el cual él terminaba perdiéndolo. Eso lo aprendió en ese momento y de allí en adelante no hay posibilidad de ninguna apertura. Aprendió la lección muy rápidamente, mucho antes de que sucediera en Europa Oriental.

Cae el imperio soviético y años después parece ser que la alternativa es la muerte de Castro. Un pueblo con una tradición de lucha, no se puede sacar a este hombre de encima. ¿Esto se explica sólo por el aparato policíaco?

No, se explica por un factor de lealtad de la élite. En Europa del Este se fragmenta la élite del poder y no hay un diseño defendido por todos y hay una gran presión de popular. Esta combinación no se da en Cuba, por un temor hacia lo que vendrá. Estados Unidos nunca le dio seguridad a la élite de que en caso de una transformación sería apoyada. Uno de los factores es que Fidel le ha vendido a esta élite la idea de que si lo derriban lo que viene es soga y cebo contra ellos.

En su libro, los actores son los militares cubanos y Washington. No aparece la disidencia como protagonista del proceso. ¿Usted no cree que hoy la disidencia sea un actor del escenario político de la isla?

Sí veo una gran presión popular, en el momento que se produzca la muerte de Fidel. Hay un período en el que los sindicatos serán una fuerza fundamental. Dentro del proceso castrista hay pruebas de su fuerza. La disidencia, si logra engarzarse con esta manifestación popular. Y en tercer lugar la capacidad de pactar que pueda tener la disidencia con los grupos en el poder.

En Europa del Este la disidencia ha pactado con los reformistas de la élite. La capacidad de pacto que pueda tener determinará si puede o no desempeñar un rol político. La sociedad civil no es un instrumento de la transición, sino para la democratización, que son dos cosas diferentes.

¿Factible una explosión popular como en Rumania?

Es un escenario considerado por Castro y ha pensado en contramedidas. El resultado depende de la posibilidad de que esto se conozca a nivel nacional. La compartimentación que hay entre Manzanillo y Güines es brutal.

Brotes se han dado y se seguirán dando. En el año 70, hubo huelgas que paralizaron los puertos de Matanzas y La Habana. El caso de Rumania fue que la élite lo tomó para virarse contra Ceausescu.

Al plantear el esquema de tres ejércitos que tiene el libro, vemos que no es fácil que un levantamiento, por ejemplo, del ejército oriental, pueda ser aplastado fácilmente por los otros.

Está el factor geográfico, montañas por medio; la aviación, si va, no puede regresar.

¿El ejército cubano dispararía contra el pueblo si hay una protesta general?

Castro tiene otras fuerzas para esto. Pero si fueran superadas las brigadas de respuesta rápida y la Seguridad del Estado. Me resulta difícil pensar de que el ejército asuma este rol represivo.

¿Qué pasa si Raúl muere primero?

Mi criterio es que Fidel favorecería a Ramiro Valdez. Entonces esta pugna sería más encarnizada. En la medida en que Fidel pierde su capacidad operativa, el poder va cayendo en manos de estos grupos. Pero también puede ser que se facilite más el pacto de la transición con estos grupos. Yo veo, desde la caída de Fidel al inicio de la transición, una pugna de grupos militares y civiles por el poder.

¿Cuál es el futuro mediato, con el deterioro que se le nota a Castro?

Las flaquezas de Fidel van a estar en relación directa con el control del Ministerio del Interior y el ejército. En la medida en que se mantenga como un vencedor [. . .], que mantenga convencida a la élite de que cualquier escenario donde él no esté termina con soga y cebo para todos. El deterioro físico se ha reflejado en lo operativo, no en lo estratégico. El MINFAR no tiene poder sobre las tropas, lo tiene Fidel y mientras mantenga ese control es muy difícil que pierda el poder.

En política exterior, ¿cuáles son las áreas más sensibles para Castro?

Estados Unidos. Si logra implementar una política coherente hacia Cuba, que nunca la ha tenido. Una política coherente conlleva en primer lugar tener una visión de la política exterior de Fidel Castro. En los 60 y parte de los 70 se pensaba en términos latinoamericanos cuando Fidel había abandonado América Latina y estaba en Africa y Medio Oriente.

Cuando se pensaba que está muy deteriorado económicamente, he allí que aparecen Chávez y Venezuela. Hay una falta de ver la capacidad de maniobra que tiene el aparato de inteligencia y política exterior. En segundo lugar, se implementan medidas incompletas. Presión económica hasta un punto, la presión política se ha derivado hacia los derechos humanos, que está muy bien pero no es la única que se puede ejercer sobre Cuba.

Hay algunas más poderosas desde el punto de vista político. Cuba sigue siendo influyente en los foros internacionales. [. . .] Fidel Castro no está aislado internacionalmente y hay que aislarlo. También hay que reconocer todas las opciones de cambio posibles en Cuba. Hacer una estrategia en base a una sola opción es un error. Por ejemplo, nunca se le ha enviado un mensaje por parte de los actores internacionales más poderosos a la élite de Cuba.

Por lo tanto, es una opción que no se pone en funciones. Y yo pienso que una política de mayor información hacia dentro de Cuba, más aguda. Las transmisiones que realizan hacia Cuba no tienen efectividad. Hay un abanico de opciones, como el que se utilizó contra Sudáfrica, que no fue sólo económico. Fue diplomático, fue una presión general. No se ha logrado montar una política de ese tipo hacia Cuba. Ni se ha convencido a un actor fundamental que es América Latina.


Fuente: El Nuevo Herald / Infosearch: Máximo Tomás
La Nueva Cuba, Agosto 15, 2005.