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Artículos
Llegaron tarde a la fiesta
Por Alfredo M. Cepero*
La Secretaria de Estado de España para Ibero-América, Trinidad Jiménez,
anduvo por Miami esta semana ostensiblemente para explicar al exilio
cubano lo que la funcionaria calificó de “interpretaciones erróneas”
sobre la política española hacia el Gobierno de Cuba. El objetivo
declarado por esta dama, así como por muchos de aquellos que la han
precedido en el cargo, es mostrar a los diplomáticos españoles como
interlocutores en la solución del drama nacional cubano. El objetivo
real e inmediato es preservar más allá de la desaparición inminente de
la tiranía la situación de privilegio de las empresas españolas
asociadas a la mafia encabezada por los hermanos Castro. Siguiendo con
la realidad y en honor a la verdad, la política promovida por la
funcionaria española no comenzó con el gobierno que ella representa.
Desde Francisco Franco y Juan Carlos Primero como Jefes de Estado hasta
Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar y José Luís
Rodríguez-Zapatero como Presidentes del Gobierno la política uniforme e
invariable de España en este casi medio siglo ha sido reconquistar la
colonia que perdieron en nuestra Guerra de Independencia.
Por lo tanto, para nosotros los cubanos la cuestión no es emocional, ni
personal y ni siquiera partidista sino de soberanía nacional. No es
material sino moral. No es de venganza sino de justicia. Porque tanto
los socialistas como los populares han servido de “celestinas” a
empresarios españoles que han esclavizado a los obreros cubanos y, de
paso, contribuído a crear condiciones oprobiosas donde vejetes
lujuriosos pagan precios de miseria por la carne fresca de hambreadas y
desesperadas jóvenes cubanas. Y cuando la prostitución pasa de opción a
acto de desesperación la ofensa se convierte en una afrenta nacional que
sólo puede ser reparada con una justicia sin excepciones y sin
contemplaciones.
En tal sentido, que no sueñen ni el gobierno ni las empresas españolas
que a la caída de la tiranía veremos una versión repetida de la
ignominia resultante de la Conferencia de Paris que puso fín a la Guerra
Hispano-Cubano-Americana. En aquella oportunidad, Madrid y Washington se
pusieron de acuerdo para excluir a los cubanos de las negociaciones,
garantizar la integridad de los negocios y propiedades españolas en la
Isla que se habían alineado con la Metrópolis y, por consiguiente,
privar al nuevo gobierno del capital necesario para crear fuentes de
trabajo en un país arruinado por una guerra de mas de treinta años. Esta
vez los cubanos no sólo estamos alerta sino contamos con un exilio
próspero que arde en deseos de contribuir a la reconstrucción de la
patria, así como con una población fogueada por medio siglo de horrores
indescriptibles y con un nivel educativo y cultural muy superior al de
nuestros antepasados de 1902. Esta vez de nada les valdrán los cuentos
ni las componendas a quienes han lucrado con nuestra desgracia. Porque
creer a estas alturas en cuentos españoles sería tan infantil como creer
en cuentos chinos, con perdón de los chinos ninguno de los cuales fue
jamás guerrillero.
¿Quiere esto decir que el futuro gobierno de una Cuba democrática debe
excluir a España de la lista de nuestros socios internacionales? De
ninguna manera. Si excluímos de esa lista a todos los que han lucrado o
mostrado indiferencia ante nuestra tragedia nos quedaríamos literalmente
solos. Lo que quiere decir es que no vamos a aceptar como excusas
simples gestos de apaciguamiento para llegar a un “borrón y cuenta nueva”
que haría una gigantesca injusticia al pueblo de Cuba. Si el Rey Juan
Carlos, Zapatero, Moratinos, Trinidad Jiménez y toda la cuadrilla que
rompe lanzas en defensa de las empresas españolas en Cuba quieren de
verdad arreglar este entuerto deben decirle a Meliá y compañía que abran
sus chequeras para compensar los daños materiales causados a los obreros
cubanos. Y ni hablar de los daños morales que superarían con creces los
miles de millones de dólares por concepto de salarios adeudados a los
obreros cubanos. Después se podría entrar a definir nuestra futura
relación con España.
Y otra mala noticia para los
actuales negociadores españoles. Ni los líderes del exilio con
los cuales se reunieron ni los de la oposición interna con los cuales
es altamente probable que se reúnan cuentan con la potestad ni la
autoridad para pactar a nombre del pueblo de Cuba.
De esa potestad y esa autoridad estará investido únicamente un
gobierno cubano democráticamente elegido. Y esa,
señores de la diplomacia y la contumacia españolas, es la pregunta para
la que nadie tiene respuesta en estos momentos. Por lo tanto, no tienen
otra alternativa que mantener una amplia flexibilidad en sus opciones y
prepararse a negociar en esta oportunidad respetando la dignidad del
pueblo de Cuba.
De lo que no cabe dudas es de que ya se vislumbra en el horizonte
cercano la gran fiesta de libertad y democracia del pueblo cubano.
Ustedes, con esta movida, han tratado de adelantarse a los
acontecimientos para reducir sus daños y ser bien recibidos en esta
fiesta. Lo cierto es que los cubanos, aunque seguimos siendo generosos y
alegres, hemos dejado atrás la inocencia en el doloroso camino de este
largo calvario, al cual ustedes han contribuído con su avaricia y su
insensibilidad. De ahí que, aunque no hemos perdido la capacidad para el
perdón, no estamos inclinados a olvidar agravios ni aceptar injusticias.
Ustedes han llegado tarde a la fiesta y como tales, antes de entrar, se
impone un justo e inaplazable ajuste de cuentas.
Miami, Noviembre, 2007.
* Alfredo M. Cepero reside actualmente en Miami y es
Secretario General
del Partido Nacionalista Democrático de Cuba.
Para información sobre el Partido Nacionalista Democrático de Cuba,
puede usted visitar nuestra página www.pndcuba.org . En la misma tambien
podrá escuchar Radio Nueva Nación, emisora oficial del PNDC, todos los
sábados a las 7 PM, hora estandar del este.
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